Habacuc habla de nuevo

Miércoles, 29 de junio de 2016

Un estudio bíblico por Jack Kelley

Miren a las naciones, y vean, y asómbrense; porque haré una obra en sus días, que aun cuando se las contare, no la creerán” (Habacuc 1:5)

El profeta Habacuc escribió su libro cerca del mismo tiempo en que escribieron los suyos Jeremías, Daniel y Ezequiel. Fue antes de que los babilonios arremetieran sobre Judá como castigo por su idolatría y fueran finalmente transportándolos a Babilonia en el año 586 a.C., después de 19 años de asedio y de una diplomacia que fracasó. Cuando los judíos se fueron, los babilonios destruyeron la ciudad y el templo, llevándose sus preciosos artefactos, junto con los cautivos, por un período de 70 años de esclavitud. Todo esto lo había predicho Jeremías desde Jerusalén, y Ezequiel desde Babilonia, en donde él y Daniel habían sido llevados como prisioneros desde los primeros años de la conquista.

Primero, un resumen

El mensaje de Habacuc es distinto que el de los otros profetas en que solamente consiste en un diálogo con Dios. Comienza con la queja de Habacuc de que Dios permite que tanto mal prospere en la tierra sin hacer nada al respecto.

Como respuesta a esa queja, Habacuc aprende que Dios finalmente hará algo, pero que ha escogido a los babilonios, un pueblo mucho más malvado que los israelitas, para que hagan lo que Él quiere. Habacuc no puede creerlo. Claro, Judá merece ser castigado, ¿pero cómo puede un Dios justo justificar el uso de esa fuerza maligna como Babilonia, en contra de Su propio pueblo? En lugar de juzgarlos, la nación más depravada e injusta de la tierra va a ser recompensada con la oportunidad de castigar al pueblo de Dios. ¿Es esto justo? ¡Por eso es que Habacuc está bien molesto!

A través del libro. Habacuc obtiene el beneficio desde la perspectiva de Dios, y finalmente, como es siempre el caso cuando una persona cuestiona a Dios, termina disculpándose.

Y ahora, la aplicación

Mientras que las Profecías de Habacuc se cumplieron casi todas durante la conquista babilónica, existe una notable similitud entre las condiciones de Judá en el año 600 a.C. y las condiciones actuales del mundo occidental, especialmente los Estados Unidos, hoy.

Al comentar sobre la historia de Israel, el Apóstol Pablo dice: “Y estas cosas les acontecieron como ejemplo, y están escritas para amonestarnos a nosotros, a quienes han alcanzado los fines de los siglos” (1 Corintios 10:11). En otras palabras, los eventos en la historia de Israel tenían un propósito doble, primero, instruirlos por medio de la experiencia y segundo, a nosotros para que aprendamos al observarlos.

Yo creo que fue Mark Twain que dijo: “La única vez que la experiencia es la mejor maestra es cuando es la experiencia de alguien más”. Esto es exactamente lo que Dios tenía en mente para nosotros, que aprendiéramos de la experiencia de Israel. Y eso incluye los eventos en tiempos de Habacuc.

Alguien también dijo que todos los que no aprenden de la historia están condenados a cometer los mismos errores, así que mientras nos movemos a través de este estudio, recordemos eso, ya que como el antiguo Israel, mucho del mundo occidental ha afirmado alguna vez conocer a Dios y hasta le entregaron su fidelidad. Pero ahora, hemos negado esa creencia en gran parte, y hemos retirado nuestra fidelidad del Señor.

Y así como lo hizo Israel, primero comenzamos a tolerar para luego seguir tras otros dioses. Como Israel, empezamos a incluir a estos dioses a la par del único y verdadero Dios en nuestros cultos para luego alejarnos de Él y favorecer completamente a esos otros dioses. Y conforme hemos estado haciendo eso, nuestro sistema de justicia ha fracasado y, con más frecuencia, el mal está triunfando sobre el bien. En resumen, estamos tan maduros para el juicio como lo estaban los israelitas.

Será mera coincidencia que una fuerza poderosa de la misma región de la tierra que produjo a los babilonios, una fuerza que consideramos que es más maligna de lo que nos consideramos nosotros, se haya levantado con el declarado fin de juzgar al pueblo de Dios, tanto judíos como cristianos? ¿O se estará repitiendo la historia? Si eso es así, entonces las profecías de Habacuc pudieron haber sido escritas para nuestro tiempo también. Veamos si podemos averiguarlo.

La queja de Habacuc

La profecía que vio el profeta Habacuc. ¿Hasta cuándo, oh SEÑOR, clamaré, y no oirás; y daré voces a ti a causa de la violencia, y no salvarás? ¿Por qué me haces ver iniquidad, y haces que vea molestia? Destrucción y violencia están delante de mí, y pleito y contienda se levantan. Por lo cual la ley es debilitada, y el juicio no sale según la verdad; por cuanto el impío acosa al justo, por eso sale torcida la justicia” (Habacuc 1:1-4)

De la misma manera como era en tiempos de Habacuc, los creyentes preocupados se lamentan del estado presente de las cosas en el mundo, preguntándose porqué Dios lo está tolerando. Somos testigos de la ruptura familiar, el aumento en la violencia, la perversión sistemática de la justicia, y el aparente triunfo del mal sobre el bien, y solamente movemos nuestras cabezas en completo asombro.

La respuesta del Señor

Miren a las naciones, y vean, y asómbrense; porque haré una obra en sus días, que aun cuando se las contare, no la creerán. Porque yo levanto a los caldeos, nación cruel y presurosa, que camina por la anchura de la tierra para poseer las moradas ajenas. Formidable es y terrible; de ella misma procede su justicia y su dignidad. Sus caballos serán más ligeros que leopardos, y más feroces que lobos nocturnos, y sus jinetes se multiplicarán; vendrán de lejos sus jinetes, y volarán como águilas que se apresuran a devorar. Toda ella vendrá a la presa; el terror va delante de ella, y recogerá cautivos como arena. Escarnecerá a los reyes, y de los príncipes hará burla; se reirá de toda fortaleza, y levantará terraplén y la tomará. Luego pasará como el huracán, y ofenderá atribuyendo su fuerza a su dios” (Habacuc 1:5-11).

Algunas personas se preguntan si el dramático aumento en frecuencia e intensidad de los desastres naturales es una señal del desagrado de Dios, pero son muy pocos los que han definido el súbito aumento del terrorismo islámico como un juicio de Dios; aun considerando la posibilidad que provoca la misma pregunta de parte nuestra como lo hizo Habacuc. ¿Cómo puede un Dios justo hacer uso de una fuerza tan maligna en contra de Su pueblo? Y, a pesar de ello, en el pasado Dios utilizó a los egipcios, a los filisteos, a los asirios, a los romanos, a los alemanes, a los rusos y a otros, todos pueblos impíos, sin Dios, en su momento y con toda maldad en sus motivaciones. La única diferencia es que Él vino y le dijo a Su pueblo que iba a utilizar a esos otros, y, según nuestro entendimiento, Dios no ha dicho nada de eso sobre el terrorismo islámico. (Por supuesto, los terroristas son los que lo han dicho, pero nadie les cree.) De nuevo nos hacemos la pregunta, ¿es solamente una coincidencia o estamos supuestos a sacar conclusiones sobre esta situación de la historia pasada? Quizás somos como el pueblo en tiempos de Habacuc, en que no lo creeríamos si aún nos lo dicen.

La segunda queja de Habacuc

¿No eres tú desde el principio, oh SEÑOR, Dios mío, Santo mío? No moriremos. Oh SEÑOR, para juicio lo pusiste; y tú, oh Roca, lo fundaste para castigar. Muy limpio eres de ojos para ver el mal, ni puedes ver el agravio; ¿por qué ves a los traidores, y callas cuando destruye el impío al más justo que él, y haces que sean los hombres como los peces del mar, como reptiles que no tienen quien los gobierne? Babilonia los sacará a todos con anzuelo, los recogerá con su red, y los juntará en sus mallas; por lo cual se alegrará y se regocijará.

Por esto hará sacrificios a su red, y quemará incienso a sus mallas; porque con ellas engordó su porción, y su comida es suculenta. ¿Vaciará por eso su red, y no tendrá piedad de aniquilar naciones continuamente?” (Habacuc 1:12-17).

Seguramente el Señor no tiene nada que ver con el aumento en el terrorismo. Él es demasiado puro. Posiblemente Él no puede aprobar esa clase de maldad ¿verdad? Pero de alguna forma, como los tentáculos de algún pulpo gigante invisible, los terroristas islámicos se han infiltrado en todas las sociedades occidentales y, según algunos, han tomado posiciones disimuladas en los puntos más vulnerables, solamente esperando la señal para atacar. Y el mundo occidental ha tenido que admitir que no tiene cómo defenderse de lo que puede ser un ataque devastador. Se nos dice que eso “es inevitable”, ¿Cómo lo pudieron lograr? ¿En verdad el Señor va a permitir que esto le suceda a su propio pueblo?

Y, si Dios lo hiciera, ¿van los terroristas a reconocerlo como su benefactor después que han atacado? ¿Lo proclamarán como su Dios? ¿O le darán el crédito al que ellos veneran, ofreciéndole sacrificios y quemándole incienso como si les hubiera dado la victoria?

Los israelitas esperaban que Dios los protegiera de los babilonios. Ellos se convencieron de que Él nunca permitiría que ningún daño les aconteciera, aun cuando los babilonios acampaban a sus puertas. Ellos, después de todo, eran Su pueblo. Nada que ver su infidelidad, su deseo de seguir otros dioses, su irrespeto por los huérfanos, los humillados, las viudas. Nada que ver que solamente alabaran con sus labios y que su adoración se haya convertido en una forma sin sustancia, una ceremonia sin sentido, y sacrificaron sus hijos en nombre de la prosperidad, y adoraron a los falsos dioses de la cosecha.

Bueno, pero ahora es diferente, decimos. ¿Pero lo es? Podemos alabar a Dios en nuestras congregaciones, a puros labios, queriendo así tener una relación con Él, mientras nuestros pecados se apilan hasta el cielo, como ellos lo hicieron. Y aun ahora, nuestros líderes admiten lo inevitable de más ataques terroristas mientras nuestros países sufren los embates de las tormentas, terremotos y la amenaza de las enfermedades pandémicas. ¿Están nuestras iglesias y sinagogas llenas de adoradores arrepentidos, orando como lo hizo Habacuc, “En la ira acuérdate de la misericordia” (Habacuc 3:2)?

Durante más de cincuenta años los cristianos han visto con preocupación el ruego de Israel mientras los enemigos islámicos periódicamente intentan borrarlo del mapa. Pero ahora, la lucha llegó al occidente, tal y como lo prometieron, y nos sorprendemos. Ni siquiera hemos considerado que esto pueda ser otra advertencia, esta vez más fuerte, de Dios.

Algunos predicadores conservadores le llaman al terrorismo un ataque en contra de nuestra religión, pero ni siquiera sugieren que puede ser algo más que eso. Se han unido a las voces seculares que exigen muros más fuertes en las fronteras de los países, armas más potentes en los arsenales, y restricciones más severas sobre la población, pero ¿en dónde están las voces que llaman al arrepentimiento por nuestro estilo de vida lujurioso y derrochador, o que llaman a las vigilias nocturnas en los auditorios y estadios? ¿Es que ya estamos tan alejados que Dios les ha hablado como lo hizo con Jeremías, “Tú, pues, no ores por este pueblo, ni levantes por ellos clamor ni oración, ni me ruegues; porque no te oiré” (Jeremías 7:16)? La próxima vez lo averiguaremos en la conclusión de nuestro estudio de Habacuc.