Jueves, 27 de marzo de 2014
Un Estudio Bíblico por Jack Kelley
“Y por haberse multiplicado la maldad, el amor de muchos se enfriará. Pero el que persevere hasta el fin, éste será salvo” (Mateo 24:12-13).
En el debate sobre el momento del Rapto, por lo general se descuida un punto. Y ese es que los términos y condiciones de la salvación durante la gran tribulación son totalmente diferentes a los términos durante la Era de la Iglesia, y, por lo tanto, no tienen la intención de ser para el mismo grupo de personas. En ambos casos la salvación es por la fe solamente, pero es allí donde cualquier semejanza termina. Esto presenta otro argumento a favor de los creyentes de la Era de la Iglesia que son tomados antes de que inicie la gran tribulación.
Aquí está el meollo del asunto sobre la naturaleza de la salvación durante la Era de la Iglesia. Efesios 1:13-14 dice, “En él también ustedes, habiendo oído la palabra de verdad, el evangelio de su salvación, y habiendo creído en él, fueron sellados con el Espíritu Santo de la promesa, que es las arras [la garantía] de nuestra herencia hasta la redención de la posesión adquirida, para alabanza de su gloria”.
Observen que la palabra “arras” es una garantía—es la imagen de un pago anticipado. Antes de que tuviéramos la oportunidad de hacer algo, ya sea bueno o malo, nuestro destino estaba sellado. Somos salvos por lo que creemos, y no debido a cómo nos comportamos.
Juan 6:39 dice, “Y esta es la voluntad del Padre, el que me envió: Que de todo lo que me diere, no pierda yo nada, sino que lo resucite en el día postrero”. Observen la palabra “nada” (nadie).
Juan 10:27-30 dice, “Mis ovejas oyen mi voz, y yo las conozco, y me siguen, y yo les doy vida eterna; y no perecerán jamás, ni nadie las arrebatará de mi mano. Mi Padre que me las dio, es mayor que todos, y nadie las puede arrebatar de la mano de mi Padre. Yo y el Padre uno somos”. Observen la palabra “nadie” dos veces.
Romanos 8:38-39 dice, “Por lo cual estoy seguro de que ni la muerte, ni la vida, ni ángeles, ni principados, ni potestades, ni lo presente, ni lo por venir, ni lo alto, ni lo profundo, ni ninguna otra cosa creada nos podrá separar del amor de Dios, que es en Cristo Jesús Señor nuestro”. Observen las palabras “ni ninguna otra cosa creada”.
Todos estos pasajes prometen que los que somos salvos durante la Era de la Iglesia nunca tendremos que pensar sobre la seguridad de nuestra posición con el Señor. Hay otros versículos que también respaldan lo anterior. Pero estos que he citado son simplemente algunos de los más claros.
¿Qué sucede entonces?
Según 2 Tesalonicenses 2:7, el anticristo, también conocido como el hombre de pecado, o el hijo de perdición, no puede revelarse para que comience la gran tribulación, sino hasta que “el que lo detiene” sea quitado de en medio. Muchas identidades se han propuesto para el que detiene, como son el Estado Romano, el Estado Judío, el principio de Ley y Gobierno, y otras que han brotado de la reconocida necesidad que tiene el hombre de ciertos estándares de comportamiento en las sociedades organizadas. Pero para muchos eruditos, la mejor interpretación que se puede hacer es en realidad la que se trata del Espíritu Santo, como contenido en la Iglesia, el cual está restringiendo, o deteniendo, en este momento, el mal en el mundo.
“Remueva al que detiene y tiene que remover al que lo contiene”, dice el adagio popular. Cuando la Iglesia desaparezca, la influencia restrictiva del Espíritu Santo es removida del mundo y así el anticristo será revelado para hacer lo peor. Existe un precedente histórico para remover el Espíritu Santo antes de un gran juicio. Ustedes pueden interpretar Génesis 6:3 para que muestre que Dios removió la influencia de Su Espíritu de entre la humanidad antes del diluvio universal también. Es interesante ver, que Él removió también a Enoc, como un tipo fascinante de la Iglesia, antes del diluvio (Génesis 5:24), pero esa es otra historia.
El punto aquí es que la promesa de un Espíritu Santo que mora en las personas y que garantiza nuestro destino eterno, se le da de manera única a la iglesia. Ningún creyente del Antiguo Testamento disfrutó de esa relación. Aun el Rey David, un hombre conforme al corazón de Dios, oró para que Dios no quitara Su Espíritu de él después de su pecado con Betsabé (Salmo 51:11). Los creyentes el Antiguo Testamento no recibieron la promesa de que el Espíritu Santo sería sellado en ellos como garantía de su destino. Tampoco he podido encontrar un solo versículo en que se les haga esa promesa a los creyentes de la tribulación. Pareciera que la Seguridad Eterna comienza y termina con la Iglesia.
Después que seamos raptados, ya no necesitaremos que el Espíritu Santo esté sellado en nosotros, puesto que el evento que Su presencia garantizaba ya habrá sucedido. Así que durante la Semana 70 de Daniel el Espíritu Santo, habiendo sido liberado de la Iglesia, reanudará un ministerio en la Tierra similar al que ejercía en tiempos del Antiguo testamento. Una vez más, Él vendrá sobre las personas, y estará con ellas, pero no estará sellado en ellas.
¿En dónde obtuvo ese atuendo?
La salvación para los creyentes de la tribulación se explica en versículos como este.
“Aquí está la paciencia de los santos, los que guardan los mandamientos de Dios y la fe de Jesús. Oí una voz que desde el cielo me decía: Escribe: Bienaventurados de aquí en adelante los muertos que mueren en el Señor” (Apocalipsis 14:12-13).
Estos versículos nos dicen que los creyentes de la tribulación serán responsables tanto de guardar los mandamientos y permanecer fieles frente a la privación y persecución a que se enfrentarán por rehusar ponerse la marca de la bestia. También les será requerido entregar sus vidas si es necesario en vez de ponerse la marca. Todas estas personas habrán sido advertidas de que cualquiera que se ponga la marca se perderá para siempre (Apocalipsis 14:9-11). De estos versículos no hay ninguna indicación de que las personas creyentes después de la Iglesia serán protegidas de todo eso, sino que solamente está la promesa de la bendición para los mártires.
Luego aquí está otra:
“He aquí, yo vengo como ladrón. Bienaventurado el que vela, y guarda sus ropas, para que no ande desnudo, y vean su vergüenza” (Apocalipsis 16:15).
Si ustedes están familiarizados con la referencia simbólica de la ropa, entonces se darán cuenta lo que este versículo significa. Si no es así, repasémoslo. Isaías 61:10 dice, “En gran manera me gozaré en el SEÑOR, mi alma se alegrará en mi Dios; porque me vistió con vestiduras de salvación, me rodeó de manto de justicia, como a novio me atavió, y como a novia adornada con sus joyas”.
De la misma manera que la ropa provee el abrigo físico, la justicia provee el abrigo espiritual. Dios nos ha vestido con ropas de salvación y con un manto de justicia.
Vean Zacarías 3:3-4. En la visión que tuvo Zacarías, Josué, el Sumo Sacerdote, está de pie frente al ángel del Señor, que es obviamente Jesús. “Y Josué estaba vestido de vestiduras viles, y estaba delante del ángel. Y habló el ángel, y mandó a los que estaban delante de él, diciendo: Quítenle esas vestiduras viles. Y a él le dijo: Mira que he quitado de ti tu pecado, y te he hecho vestir de ropas de gala.”
La remoción de sus vestiduras sucias simboliza la remoción del pecado. Al vestirle con ropas de gala, se le hace justo.
Apocalipsis 19:8 nos dice que a la Esposa le fueron dadas vestiduras de lino fino, limpio y resplandeciente, para vestirla, porque el lino fino es las acciones justas de los santos. Pero, de nuevo, las vestiduras no son de ella, sino que se le dieron a ella.
Este uso simbólico de las vestiduras es el punto central en la parábola de la fiesta de bodas (Mateo 22:1-14). El Rey (Dios) preparó un banquete (la Era del Reino) para su hijo (Jesús) y envió a sus siervos (los profetas) para avisarles a sus invitados (Israel) que todo estaba listo. Después de haber ignorado primeramente la invitación, finalmente atacaron a los siervos que se les había enviado y los mataron.
Enfurecido, el Rey envió su ejército para destruir la ciudad de aquellos (Jerusalén). Luego envió a sus siervos para que cualquier persona que encontraran, la trajeran al banquete. Los siervos reunieron a cuantos pudieron (los gentiles) y así empezó el banquete. Cuando el Rey entró al salón del banquete, encontró a un hombre que no estaba vestido con ropa de bodas. Cuando a este hombre no se le pudo encontrar una excusa por no estar vestido apropiadamente, fue lanzado, atado de pies y manos, a las tinieblas de fuera.
Dentro del contexto de la parábola, las vestiduras de boda representan la justicia con la cual Dios nos viste cuando aceptamos Su invitación a entrar en Su Reino (2 Corintios 5:21). El invitado que intentaba ganar la entrada vistiendo sus propias ropas (su propia justicia), fue encontrado indigno y de esa manera fue excluido.
¿Qué significa todo esto?
De todo esto podemos asumir con toda seguridad que el Señor no está hablando de vestiduras físicas en Apocalipsis 16:15, sino más bien de vestiduras espirituales las cuales representan la salvación y la justicia. En lugar de haberles garantizado la salvación a los creyentes de la tribulación, y de asumir la responsabilidad por su seguridad, como lo hace un pastor con sus ovejas, el Señor les advierte que permanezcan alertas y despiertos, para que no sean sorprendidos desnudos cuando Él venga. Es una advertencia de que el mantener la salvación es su entera responsabilidad, y que si se descuidan, pueden fallar. Esta advertencia se les da en el umbral de los juicios de las copas de la ira, que es el ciclo de juicios más devastadores de la ira de Dios.
También tenemos otra pista en el versículo que yo cité al inicio de este artículo. “Y por haberse multiplicado la maldad, el amor de muchos se enfriará. Pero el que persevere hasta el fin, éste será salvo” (Mateo 24:12-13). Cuando el Señor enumeró las señales que indican que el fin de la era ha llegado, Él aludió al hecho de que los creyentes de la tribulación tendrán que mantenerse firmes hasta el fin para asegurar su salvación.
La indicación más clara de cómo se encuentran expuestos los creyentes de la tribulación la podemos ver en la Parábola de las Diez Vírgenes (Mateo 25:1-13). El momento de esta parábola se sitúa justo después de la Segunda Venida. (Las referencias en el tiempo tomadas de Mateo 24:29, 30, 36, & 25:1, lo aclaran.) Todas las vírgenes están aguardando el retorno del Novio (Jesús). Todas tienen, al comienzo, tanto lámparas como aceite. Cuando se utiliza el aceite de manera simbólica, siempre es una referencia al Espíritu Santo. Las cinco vírgenes a las que se les terminó el aceite, simbolizan a los creyentes de la tribulación quienes dejaron que su fe caducara al no permanecer espiritualmente alertas y despiertos. Al final se despiertan para descubrir el peligro en que se encuentran y corren tratando de renovar su fe. Mientras se encuentran intentando recobrar su verdadera relación con Jesús, Él retorna y la puerta de la salvación se cierra para ellos. Para siempre.
¿Cuántas Novias (Vírgenes) Son?
Algunas personas intentan hacer que esta parábola sea una sobre la iglesia, la cual siempre se simboliza por una novia. Existe una conexión entre una novia y una virgen debido al hecho de que en esos días las novias eran por lo general vírgenes. Pero la palabra griega simplemente significa “alguien que nunca ha tenido relaciones sexuales”. Y cuando se usa en relación con la Iglesia, la palabra es siempre en singular, como en 2 Corintios 11:2, “Porque los celo con celo de Dios; pues los he desposado con un solo esposo, para presentarlos como una virgen pura a Cristo”.
A través de esta parábola, no se menciona ninguna novia, y ciertamente no podía ser excluida por su esposo del banquete de bodas, una cena, que por cierto, sigue a la ceremonia de bodas.
Entonces, el momento, la gramática, y el contexto están todos testificando en contra de la interpretación de esta parábola como una advertencia a la Iglesia. Las diez vírgenes representan a los sobrevivientes de la tribulación que tratan de ingresar al Reino Mesiánico, o Milenio. Algunos han sostenido su fe y son bienvenidos. Otros no lo hicieron y serán rechazados.
La parábola termina con la advertencia, “Velen, pues, porque no saben el día ni la hora en que el Hijo del Hombre ha de venir” (Mateo 25:13). Esta advertencia aparece tres veces en el lapso de 23 versículos, todos los cuales se relacionan con el momento de Su venida. Los creyentes de la tribulación deben permanecer todo el tiempo alertas y guardar su postura con mucho cuidado. Necesitarán de una tremenda cantidad de fe para sostenerse a través de todo este tiempo, y cada creyente es responsable por mantener su propia fe lo suficientemente fuerte.
Algunas personas tratan de decir que puesto que el Señor les advirtió que nadie sabe ni el día ni la hora, por eso es que Él debe de estar hablando sobre el Rapto. Después de todo, ¿no puede la gente contar los 1260 días desde la abominación desoladora hasta Su Segunda Venida? Pero resulta que eso no es así de fácil. La gran tribulación durará 1260 días, eso es cierto, e inmediatamente después el sol se oscurece y la luna no emite su luz, y las estrellas caen del cielo (Mateo 24:29). Esta es la señal de que la gran tribulación ha terminado.
Luego la señal del Hijo del Hombre aparece en el cielo. La palabra griega para señal significa que un símbolo o prueba, aparecerá advirtiéndoles a las personas sobre un evento que se avecina. En algún momento después de que esta señal aparece, las personas verán Su venida en las nubes.
De tal manera que hay una secuencia de eventos que se llevarán a cabo, uno después del otro. Pero no se nos dice la duración de ninguno de ellos. Imagínense el suspenso que eso produciría en la tierra, sabiendo que el fin ha llegado, pero no conociendo exactamente cuándo es que el Señor retornará. A propósito, ellos sabrán que Él viene, pero no conocerán ni el día ni la hora.
Personalmente yo creo que las diez vírgenes representan a la gente de la tierra que despertará cuando vea la señal, y sabrán que el Esposo viene. Es entonces cuando algunos se darán cuenta que su fe ha caducado y empezarán a tratar de prepararse frenéticamente. Pero, ah, Él viene antes de que ellos estén listos, y entonces ya es demasiado tarde.
¿Cuál es el Punto?
Parece claro, entonces, que la salvación después del Rapto, o después que la Iglesia se ha ido, ocurrirá durante un período de una situación espiritual muy débil a diferencia del que gozamos hoy en día, carente de ninguna garantía y requiriendo una gran responsabilidad personal frente a los juicios devastadores y la persecución implacable. A pesar de que la evidencia de la existencia de Dios será abundante en los juicios que estarán sacudiendo la tierra hasta sus mismos cimientos, el que una persona mantenga la fe será una tarea muy grande. Al realizar esto se le agrega un gran sentido a la promesa del Señor a los creyentes de la Era de la Iglesia, “Bienaventurados los que no vieron, y creyeron” (Juan 20:29).
El tiempo es corto. Si usted ha estado posponiendo entregarle completa y finalmente su voluntad al Señor, mejor hágalo ahora. Créame, usted no querrá arriesgarse por la otra alternativa. 02/09/06.