Jueves, 19 de junio de 2014
Un comentario por Jack Kelley
Con solamente cuatro capítulos de extensión, el Libro de Jonás contiene una fuerte lección. Jonás fue llamado por Dios para llevar un mensaje de advertencia a Nínive (actualmente Mosul en Irak) pero prefirió salir huyendo. Él pensó que podía escapar tomando una embarcación que se dirigía a Tarsis, que quedaba como a mil seiscientos kilómetros de distancia en dirección contraria. Por supuesto el Señor estaba observándolo y por eso produjo una gran tormenta en el mar Mediterráneo cuando Jonás lo intentaba cruzar.
Jonás pronto se dio cuenta Quién estaba produciendo esta tormenta y por qué. Cuando las olas amenazaron con hundir la embarcación, pudo convencer a los tripulantes que su única esperanza era el tirarlo por la borda y cuando lo hicieron, la tormenta se disipó. Luego el Señor llamó a un gran pez para que rescatara a Jonás el cual paso tres días y tres noches en el vientre del pez mientras meditaba en la locura de sus caminos. Cuando Jonás se arrepintió, el Señor hizo que el pez lo vomitara en tierra firme y la siguiente vez que el Señor le pidió a Jonás que fuera a Nínive, obedeció de inmediato.
Esa es una gran lección sobre la locura que significa que usted trate de evitar el llamado de Dios en su vida, pero las lecciones que podemos aprender de Jonás no terminan allí. Esa fue la primera de ellas.
Lección #2
Nínive era una ciudad gentil, la capital del Imperio Asirio, y no tenía ningún pacto con Dios. Los ninivitas no habían llegado a ningún acuerdo con Dios como los israelitas lo habían hecho (Éxodo 24:3), y Dios tampoco tenía ninguna obligación para salvarlos. En algún momento sus antepasados habían conocido al Señor, pero con el tiempo la gente se había alejado y había tomado un camino distinto, el del paganismo. Pero en una demostración de Su amor por ellos, a pesar de haberlo rechazado a Él, Dios consideró apropiado advertirles del juicio venidero, y cuando Jonás finalmente llegó con la advertencia de Dios, la respuesta fue asombrosa, para decir lo menos.
“Y los ninivitas le creyeron a Dios, proclamaron ayuno y, desde el mayor hasta el menor, se vistieron de cilicio en señal de arrepentimiento.
Cuando el rey de Nínive se enteró del mensaje, se levantó de su trono, se quitó su manto real, hizo duelo y se cubrió de ceniza. Luego mandó que se pregonara en Nínive:
Por decreto del rey y de su corte:
Ninguna persona o animal, ni ganado lanar o vacuno, probará alimento alguno, ni tampoco pastará ni beberá agua. Al contrario, el rey ordena que toda persona, junto con sus animales, haga duelo y clame a Dios con todas sus fuerzas. Ordena así mismo que cada uno se convierta de su mal camino y de sus hechos violentos. ¡Quién sabe! Tal vez Dios cambie de parecer, y aplaque el ardor de su ira, y no perezcamos” (Jonás 3:5-9).
El faraón de Egipto con arrogancia le había dicho a Moisés: “¿Y quién es el SEÑOR para que yo le obedezca y deje ir a Israel? ¡Ni conozco al SEÑOR, ni voy a dejar que Israel se vaya!” (Éxodo 5:2).Pero a diferencia de él, el rey de Nínive se acordó de Dios y sabía que Él no tenían ningún deseo de juzgarlos, pero que su comportamiento lo había hecho necesario. Si ellos cambiaban de comportamiento quizás Él tendría misericordia.
Ellos cambiaron de comportamiento, Dios les mostró compasión, y el juicio fue evitado.
Ahora bien, esto no era una proeza pequeña, Nínive era una ciudad grande e importante. Según Jonás 3:3 una visita a Nínive requería tres días completos solamente para verla toda. Jonás 4:11 nos dice que allí vivían 120.000 personas. Y todos ellos desde el más grande hasta el más pequeño obedecieron la orden del rey.
Además de ayunar, orar y vestirse de cilicio (de duelo), no se nos dice lo que hicieron los ninivitas para posponer su momento de juicio. El decreto del rey le decía a la gente que se apartara de sus malos caminos y su comportamiento violento, pero no tenemos ninguna indicación de que en algún momento se convirtieran al judaísmo u ofrecieran sacrificios por sus pecados, o aún que empezaran a adorar a Dios que los había amenazado. No sabemos de ninguna de esas personas que haya sido salva por medio de la fe en el Redentor venidero. Los de Nínive simplemente trataron de comportarse de la forma que consideraban sería más aceptable a Él.
Eso fue un comportamiento externo, físico y nacional que de alguna forma funcionó. Una generación de ninivitas fue perdonada de un terrible juicio y les fue permitido morir en paz, pero hasta donde sabemos, todas esas personas se fueron al infierno de todas maneras. Y la siguiente generación se comportó aun peor. Conquistaron el Reino del Norte y dispersaron a su gente a los cuatro puntos cardinales llevándolos esclavos al cautiverio. El juicio que le siguió a este llegó después del día que conquistaron el reino de Sur antes de que Dios le pusiera fin a sus malvadas maneras. La noche antes de la batalla, cuando acampaban en el Monte Scopus, mirando hacia abajo sobre el Monte del Templo Dios envió un ángel a su campamento con resultados devastadores.
“Entonces el ángel del SEÑOR salió y mató a ciento ochenta y cinco mil hombres del campamento asirio. A la mañana siguiente, cuando los demás se levantaron, ¡allí estaban tendidos todos los cadáveres! Así que Senaquerib, rey de Asiria, levantó el campamento y se retiró. Volvió a Nínive y permaneció allí” (Isaías 37:36-37).
Por supuesto que Dios sabía que todo eso iba a suceder cuando envió a Jonás a Nínive. Él sabía que iba a autorizar a los babilonios para conquistar el así llamado mundo conocido y que Nínive y todo el imperio asirio pronto dejarían de existir. Entonces, ¿Cuál fue el punto?
Yo creo que esta lección de Jonás tenía la intención de ser un mensaje a los israelitas. El Reino del Norte ya tenía más 100 años de estar flirteando con la idolatría y Jonás era un profeta de la tierra de Zabulón el cual que era conocido por el rey (2 Crónicas 14:25). Más tarde, el reino del Sur también caería en la idolatría y durante un período de 23 años Dios les ofrecería un trato aún mejor que el que Jonás llevó a Nínive (Jeremías 25:3-6).
En un esfuerzo para que Su pueblo se volviera a Él, Dios estaba utilizando a Nínive para darles una demostración de Su Promesa a ellos en 2 Crónicas 7:14; “Si mi pueblo, que lleva mi nombre, se humilla y ora, y me busca y abandona su mala conducta, yo lo escucharé desde el cielo, perdonaré su pecado y restauraré su tierra.”
Los ninivitas no eran el pueblo de Dios y no llevaban Su nombre, pero cuando ellos se humillaron y se volvieron de sus malos caminos, el juicio programado fue pospuesto. Trágicamente, los israelitas de ambos reinos y quienes eran el pueblo de Dios, fracasaron en la lección de Jonás, ignoraron Su promesa, y sufrieron las consecuencias. Su lección se desperdició.
Lección #3
700 años más tarde Jesús dijo que Él se demostraría a Sí mimo frente a los líderes de Israel usando como una señal la experiencia de Jonás en el vientre de pez. Eso sería otra lección de Jonás.
“Algunos de los fariseos y de los maestros de la ley le dijeron: —Maestro, queremos ver alguna señal milagrosa de parte tuya.
Jesús les contestó: —¡Esta generación malvada y adúltera pide una señal milagrosa! Pero no se le dará más señal que la del profeta Jonás. Porque así como tres días y tres noches estuvo Jonás en el vientre de un gran pez, también tres días y tres noches estará el Hijo del hombre en las entrañas de la tierra” (Mateo 12:38-40).
Él estaba hablando de la resurrección, una señal inequívoca de que Él era Quien Él decía ser. Esa fue la prueba definitiva que ellos habían pedido, y debió haber removido cualquier duda de que Él era su Mesías. Después de todo, ¿cuántas otras veces alguien había hecho una predicción así y luego cumplirla? Y de igual manera como Jonás le dio a Nínive una advertencia de 40 días, Jesús esperó 40 días después de Su resurrección para que Israel le reconociera antes de que Él finalmente partiera al Cielo (Hechos 1:3, 9). Esa lección también se desperdició.
Lección #4
En Romanos 15:4 Pablo dijo que todo lo que había sido escrito en el pasado se había escrito para nuestra enseñanza. Siendo ese el caso, también hay otra lección de Jonás para nosotros. Pero recuerden, las cosas que eran externas, físicas y nacionales en el Antiguo Testamento, generalmente se vuelven internas, espirituales y personales en el Nuevo Testamento. (Lea el artículo Algo Viejo, Algo Nuevo del 3 de marzo, 2012.)
“Porque tanto amó Dios al mundo, que dio a su Hijo unigénito, para que todo el que cree en él no se pierda, sino que tenga vida eterna” (Juan 3:16).
Cuando Jesús vino al mundo nosotros empezamos a recibir pistas de que el enfoque de Dios se estaba ampliando para incluir a toda Su creación, no solamente a Israel. De allí en adelante el énfasis cambió de un comportamiento externo, físico y nacional, a una creencia interna, espiritual y personal. No es la manera como nos comportamos lo que nos salva, sino más bien es lo que creemos.
Los ninivitas respondieron a la advertencia de Jonás mostrando un comportamiento externo, físico y nacional y su generación escapó el juicio venidero. Entonces, si Dios envió un profeta como Jonás con una advertencia similar para nosotros, ¿cuál sería la respuesta apropiada? ¿Hay un equivalente de 2 Crónicas 7:14 en el Nuevo Testamento? La respuesta es sí y la encontramos en Juan 6:28-29).
¿Qué tenemos que hacer para realizar las obras que Dios exige? le preguntaron.
Ésta es la obra de Dios: que crean en aquel a quien él envió, les respondió Jesús.
Se está volviendo cada vez más obvio que el mundo está bajo juicio. Ninguna nación está exenta. El escapar del juicio se ha vuelto un asunto personal, y solamente se puede encontrar al unirse a la gente sin nación, pero que pertenece a un Reino que está en el mundo pero no es del mundo. Ese es el Reino de Dios. Y nuestro Rey, que no puede mentir, ha prometido protegernos de eso.
“Ellos mismos cuentan de lo bien que ustedes nos recibieron, y de cómo se convirtieron a Dios dejando los ídolos para servir al Dios vivo y verdadero, y esperar del cielo a Jesús, su Hijo a quien resucitó, que nos libra del castigo venidero” (1 Tesalonicenses 1:9-10).
“Pues Dios no nos destinó a sufrir el castigo sino a recibir la salvación por medio de nuestro Señor Jesucristo” (1 Tesalonicenses 5:9).
“Porque guardaste la palabra de mi paciencia, yo también te guardaré a la hora de la prueba que ha de venir sobre todo el mundo habitado, para probar a los moradores de la tierra” (Apocalipsis 3:10).
No importa en cuál país vive usted, porque tratar de apropiarse de las promesas del Antiguo Testamento hechas a un pueblo diferente, bajo una serie de reglas diferentes, no le hará a usted ningún bien. Usted no puede salvar a su país pero sí puede salvarse a sí mismo, y a sí misma, creyendo a Aquel a quien Dios envió para salvarle. Y entonces, con el poder del Espíritu Santo usted puede mostrarles a otras personas cómo salvarse a sí mismas de igual manera. Recuerde, es algo interno, espiritual y personal.
Y si usted esta seguro y segura de pertenecer al Señor, entonces no tiene nada de que preocuparse. El desafío que usted tiene ahora es vivir de una manera que su vida sea un ejemplo que atraiga a otras personas a Jesús. Y si usted no está seguro o segura de que le pertenece a Él, entonces apresúrese a hacerlo ahora mismo. “Pidan, y se les dará; busquen, y encontrarán; llamen, y se les abrirá. Porque todo el que pide, recibe; el que busca, encuentra; y al que llama, se le abre” (Mateo 7:7-8). Ninguna persona es desechada, ninguna persona es excluida. Todo lo que usted tiene que hacer es admitir que es pecador, o pecadora, y pedirle a Jesús que sea el Salvador suyo y que le perdone sus pecados. Entonces Él enviará Su Santo Espíritu para mostrarle a usted lo que debe hacer en adelante. (Efesios 1:13-14). La Iglesia puede desaparecer en cualquier momento ahora, sin ningún aviso previo ni señal, y aquellas personas que se queden atrás pronto estarán viviendo en un mondo cada vez menos amigable.
Cuando la gente de Nínive escuchó la voz de Jonás de inmediato respondió y a pesar de que la destrucción de Nínive había sido previamente ordenada, esa generación fue perdonada. Lo mismo es cierto hoy en día, pero la respuesta apropiada es diferente. En lugar de ser externa, física y nacional, es interna, espiritual y personal. La destrucción del mundo ha sido previamente ordenada. Si usted escucha la voz del Señor responda de inmediato y usted será perdonado y perdonada. Esa es la lección más importante de Jonás. No permita que se desperdicie. 10/03/12.