Miércoles, 31 de agosto de 2016
Un Estudio Bíblico por Jack Kelley
Y daré a mis dos testigos que profeticen por mil doscientos sesenta días, vestidos de cilicio. Estos testigos son los dos olivos, y los dos candeleros que están en pie delante del Dios de la tierra. Si alguno quiere dañarlos, sale fuego de la boca de ellos, y devora a sus enemigos; y si alguno quiere hacerles daño, debe morir él de la misma manera. Estos tienen poder para cerrar el cielo, a fin de que no llueva en los días de su profecía; y tienen poder sobre las aguas para convertirlas en sangre, y para herir la tierra con toda plaga, cuantas veces quieran (Apocalipsis 11:3-6).
El Señor siempre ha utilizado el testimonio de dos testigos para establecer un hecho. En la Ley de Moisés se requería el testimonio de dos testigos para mantener una acusación (Deuteronomio 19:15). Jesús utilizó esta ley para validar su afirmación de ser la Luz del Mundo (Juan 8:17). En Apocalipsis 11 los dos testigos validan el reclamo del Señor que Él (y no Satanás) es Señor de la Tierra. Entonces, el principio de los dos testigos queda firmemente establecido y casi universalmente aceptado entre los estudiosos de la Biblia. Por consiguiente, cualquier discusión sobre los dos testigos del Apocalipsis tarde o temprano se centrará en su identidad.
¿Cuál es su nombre, otra vez?
Se han sugerido varios nombres de personas tanto del Antiguo Testamento como del Nuevo Testamento para identificar a estos dos testigos, incluyendo a Moisés, Elías, Enoc, Juan y Natanael. Pero si los dos testigos son dos personajes bíblicos del pasado, los candidatos más lógicos son Moisés y Elías. La razón es que las señales sobrenaturales que los dos testigos utilizaron para autenticar su ministerio, son las mismas que utilizaron Moisés (plagas, y el agua convertida en sangre) y Elías (sequía y fuego) para autenticar los suyos, y definitivamente esos ministerios tienen decididamente la naturaleza del Antiguo Testamento. A Moisés se le conoce en el judaísmo como el que emitió la Ley, mientras que a Elías se le considera el más grande de los profetas de Israel. De hecho, al Antiguo Testamento por lo general se le conoce como “La Ley y Los Profetas”, sugiriendo a la contribución que hicieron estos dos grandes líderes de la historia de Israel. ¿Quién mejor puede representar a Dios en la tierra durante el tiempo en el cual Él lleva a cabo los eventos predichos en “La Ley y Los Profetas”, a su último clímax?
Moisés y Elías estuvieron con el Señor en el Monte de la Transfiguración en donde la discusión fue sobre Su partida y Su segunda venida (Lucas 9:28-31 y 2 Pedro 1:16-18). A propósito, ese evento estuvo repleto de simbolismos. Primero, se llevó a cabo fuera de tiempo, con Jesús apareciendo como lo haría en Su segunda venida, unido a la Voz del Padre y la Gloria Shekina, que es una manifestación del Espíritu Santo. Luego tenemos a Moisés y a Elías representando el Antiguo Testamento y a Israel, y finalmente a Pedro, Santiago y Juan, representando al Nuevo Testamento y a la Iglesia. La sugerencia de Pedro de levantar tiendas para Moisés y Elías se refiere al cumplimiento de la Fiesta de los Tabernáculos, recordando el tiempo cuando Dios moraba con el ser humano y anticipando el Milenio cuando Dios de nuevo volverá a morar entre nosotros. También la tradición de la Iglesia del siglo primero sostiene que Moisés y Elías eran los dos hombres vestidos de blanco que se les aparecieron a los discípulos en el Monte de los Olivos en la ascensión del Señor y que prometieron Su retorno (Hechos 1:10-11).
La era del hombre
Conforme la era del hombre se acerca a su fin, cerramos el círculo con Dios cuando, después de la remoción de la Iglesia, Él se vuelve de nuevo a Israel como el centro de Su atención y regresa al enfoque del Antiguo Testamento sobre la humanidad en general. En el Antiguo Testamento las personas creían en Dios debido a las dramáticas señales sobrenaturales que Él hacía para demostrar Su existencia. Ha sido descrito como un tiempo de creer por la evidencia. En el Aposento Alto cuando Tomás vio la evidencia que Jesús le presentó y creyó, Jesús le dijo, “Porque me has visto, Tomás, creíste; bienaventurados los que no vieron, y creyeron” (Juan 20:29). Esta fue la última bendición del Señor la cual anticipaba la Iglesia venidera.
La era de la Iglesia es un tiempo de creer por la fe, y esa fe ha producido grandes bendiciones, tal y como el Señor lo prometió. Cuando todas aquellas personas que han creído en fe hayan ido removidas en el Rapto, Dios va una vez más a demostrar Su existencia con dramáticas señales sobrenaturales, y muchas personas van a creer debido a esa evidencia. Va a ser bastante duro mirar hacia el cielo y ver todo un ejército en caballos blancos descendiendo y aun decir, “No, no lo creo”.
El Libro del Apocalipsis registra este retorno a un tiempo de creer por la evidencia, y las cosas se harán aún más obvias porque la humanidad ahora tendrá un guion con el cual pueden darle seguimiento a la acción. De los 404 versículos de Apocalipsis, 278 son citas directas del Antiguo Testamento. Recuerden, los objetivos principales de Dios durante la gran tribulación, son dobles: destruir completamente a todas las naciones entre las cuales los judíos fueron esparcidos, y disciplinar y purificar a Israel (Jeremías 30:4-11) para prepararla para la Era del Reino.
La gran tribulación tiene una naturaleza tan del Antiguo Testamento y está tan obviamente dirigida a Israel, que solamente es lógico ver a los dos testigos como el retorno de los dos líderes más grandes de Israel.
¿Ya están muertos?
De las Escrituras sabemos que Elías fue llevado vivo al cielo (2 Reyes 2:11) y que Moisés murió en la cumbre del Monte Nebo en Moab (Jordania) y fue directamente enterrado por Dios en un lugar desconocido para la gente (Deuteronomio 34:1-6). Hebreos 9:27 afirma que el hombre está designado a morir una vez y después el juicio. Esto es una obvia negación del concepto de la reencarnación, pero también le ha dado problemas a algunos eruditos con la idea de que Moisés sea uno de los dos testigos que regresa. Todos están de acuerdo en que Elías es uno de los que regresan, pues él nunca murió (¿o sí murió? Vea Mateo 17:11-13). Pero, ¿y qué de Moisés?
Tengamos presente que Hebreos 9:27 es un principio, no una regla. Varios personajes bíblicos han muerto más de una vez. Elías levantó a un niño de los muertos (1 Reyes 17:22), Jesús resucitó a varias personas: La hija de Jairo (Marcos 5:40-42), el hijo de la viuda de Naín (Lucas 7:14-15), y a Lázaro (Juan 11:43-44): y Pablo levantó a un joven que se cayó de la ventana de un tercer piso y había muerto (Hechos 20:7-12). También yo creo que el mismo Pablo fue levantado de los muertos (Hechos 14:19-20). Todas estas personas volvieron a morir un tiempo después.
Luego tenemos una curiosa referencia en Judas 9 que sugiere una disputa entre el arcángel Miguel y Satanás sobre el cuerpo de Moisés. Miguel es uno de los pocos ángeles que se nombran en la Biblia, y por lo general aparece como un comandante del ejército de Dios peleando batallas en defensa de Israel (Daniel 12:1). ¿Por qué necesitaría Dios el cuerpo de Moisés? ¿Será porque Moisés va a ser resucitado para alguna otra misión posterior en Israel? La referencia en Judas asume que el lector sabía, o, por lo menos, podía averiguar la respuesta.
Considerando todas las cosas, podemos creer que el peso de la evidencia favorece a Moisés y a Elías como los dos testigos de Apocalipsis 11. Una de las grandes bendiciones de vivir en este tiempo es que no tenemos que esperar mucho para saberlo de seguro. Ya casi se escuchan los pasos del Mesías.