Los sobros de la fiesta

Miércoles, 15 de abril de 2015

Un comentario por Jack Kelley

Y desde la hora sexta hubo tinieblas sobre toda la tierra hasta la hora novena” (Mateo 27:45).

Algunas personas han sugerido que fue un eclipse de sol lo que causó esa oscuridad a media tarde. Pero un eclipse de sol ocurre cuando la luna se interpone entre la tierra y el sol bloqueando la luz del sol. Puesto que la Pascua se celebra cuando la luna está en su fase llena, y puesto que la luna siempre nos da la misma cara, un eclipse de sol era imposible. La luna se encontraba al otro lado de la tierra. Este período de oscuridad fue dado por Dios como una señal la cual había sido prometida 750 años antes. “Sucederá en aquel día, dice el Señor Soberano, que haré que se ponga el sol a mediodía, y cubriré de tinieblas la tierra en el día claro. Y cambiaré sus fiestas en lloro, y todos sus cantares en lamentaciones; y haré poner cilicio sobre toda persona, y que se rape toda cabeza; y la volveré como en llanto de unigénito, y su postrimería como día amargo” (Amós 8:9-10).

¿Quién está en control aquí?

Pero Jesús, después de clamar nuevamente a gran voz, entregó el espíritu” (Mateo 27:50).

Pilato se sorprendió cuando supo que Jesús ya había muerto (Marcos 15:44). La crucifixión era una muerte lenta y dolorosa causada por asfixia y con frecuencia tomaba días. Por eso es que los judíos le pidieron a Pilato que apresurara sus muertes quebrándoles las piernas a los crucificados (Juan 19:31). Las piernas rotas impedían que pudieran transferir el peso del cuerpo de los pies a los brazos para aliviar la presión sobre el pecho y así poder respirar un poco más para limpiar sus pulmones. Cuando los guardas fueron a ejecutar eso se dieron cuenta de que Jesús ya estaba muerto.

Con anterioridad Jesús les había dicho, “Nadie me la quita [mi vida], sino que yo de mí mismo la pongo. Tengo poder para ponerla, y tengo poder para volverla a tomar. Este mandamiento recibí de mi Padre” (Juan 10:18). Aun ante la muerte, Jesús estaba totalmente en control. El soldado, viendo que Jesús ya estaba muerto, perforó Su costado con una lanza en vez de quebrar sus piernas. Esta violación de sus órdenes hizo que se cumplieran tres más de las cientos de profecías Mesiánicas. “Y mirarán a mí, a quien traspasaron” (Zacarías 12:10). “Muchas son las aflicciones del justo, pero de todas ellas le librará el Señor. El guarda todos sus huesos; ni uno de ellos será quebrantado” (Salmo 34:19-20). Y “[El Cordero de Pascua] se comerá en una casa, y no llevarás de aquella carne fuera de ella, ni quebrarás ninguno de sus huesos” (Éxodo 12:46).

¿Qué hizo usted el pasado fin de semana?

En ese momento, el velo del Templo se partió en dos, de arriba abajo. La tierra tembló y las piedras se rompieron. Las tumbas se abrieron y los cuerpos de muchos santos que habían muerto fueron levantados a la vida. Salieron de las tumbas y después de la resurrección de Jesús entraron a la Ciudad Santa y se le aparecieron a muchas personas” (Mateo 27:51-53).

El velo del Templo era un tapiz tejido casi 12 metros de alto y en algunas partes tenía hasta de 45 centímetros de grueso. Separaba el Lugar Santísimo, donde Dios moraba, del resto del Templo. No era ningún velo delicado, y fue roto de manera sobrenatural por Dios para indicar que la muerte de Jesús había resuelto el problema del pecado que había separado al hombre de Dios desde el Edén, y el camino había quedado ahora libre para que las personas pudieran acercarse a Dios directamente y pudieran sobrevivir en Su presencia. Anteriormente, solamente una persona podía atravesar el velo, el Sumo Sacerdote, y solamente lo hacía en un día específico del año, Yom Kippur, y solamente después de una preparación ceremonial extensa. Cuando lo hacía, se le ataba un cordón al tobillo para que su cuerpo pudiera ser sacado en caso que algún comportamiento suyo, pasado o presente, no le fuera agradable a Dios, y requería su muerte. (Puesto que no existe ningún registro de que eso alguna vez sucediera, podemos imaginar que los Sumos Sacerdotes eran muy cuidadosos en su preparación.)

Pero ahora, ya no se necesita de ninguna cita ni ningún otro intercesor es necesario. Ninguna agenda celestial está demasiado llena como para que usted no pueda irrumpir sin previo aviso, en el aposento del Creador, subirse a los regazos de su Padre y escucharlo decir, “Mi hijo precioso, toma todo tu tiempo para pedirme todo lo que quieras”. “En quien tenemos seguridad y acceso con confianza por medio de la fe en él” (Efesios 3:12).

Muchas personas se han preguntado qué es lo que Jesús hizo durante esos tres días y tres noches en que Su cuerpo estuvo en la tumba. La Biblia nos da dos pistas. De 1 Pedro 4:6 sabemos que “Porque por esto también ha sido predicado el evangelio a los muertos, para que sean juzgados en carne según los seres humanos, pero vivan en espíritu según Dios”. Y Pedro también enseñó que “También Cristo padeció una sola vez por los pecados, el justo por los injustos, para llevarnos a Dios, siendo a la verdad muerto en la carne, pero vivificado en espíritu; en el cual también fue y predicó a los espíritus encarcelados, los que en otro tiempo desobedecieron, cuando una vez esperaba la paciencia de Dios en los días de Noé, mientras se preparaba el arca” (1 Pedro 3:18-20).

Antes de la cruz todos los que morían iban a un lugar que los judíos llamaban el Seol y los griegos el Hades. Estas palabras significan “la morada de los muertos”. En la historia del hombre rico y Lázaro tenemos el vistazo más claro de eso (Lucas 16:19-31). Ese lugar contenía dos áreas, una para los justos, llamada Paraíso, o el seno de Abraham, y la otra para los injustos de donde nuestro concepto del infierno se origina. Aparentemente Jesús fue a ambos lugares anunciándoles a los justos que su fe los había salvado (1 Pedro 4:6) y a los injustos que Noé estaba en lo correcto y que ellos debieron haber escuchado sus advertencias y aceptado su oferta de protección (1 Pedro 3:18-20).

Cuando los sacerdotes llegaban al Templo en la mañana de la Fiesta de las Primicias, traían con ellos las gavillas de los primeros frutos de la siega de la primavera que empezaba esa mañana, y le dedicaban la cosecha al Señor presentándole una “ofrenda mecida”, meciendo las gavillas de un lado a otro frente al altar (Levítico 23:11). Cuando Jesús salió del sepulcro esa mañana llevó consigo a algunos de los santos que habían muerto en fe de que un Redentor venidero los salvaría. Esta fue Su ofrenda mecida, un ejemplo de la cosecha de almas que empezaba esa mañana y que continuará hasta el fin de la era. Estos son los que se mencionan en Mateo 27:51-53.

Tres pequeñas palabras

En Juan 20:1-9 hay tres usos de la palabra “vio” cuyo significado lo podemos perder completamente cuando las leemos en español, pero en el idioma griego son muy instructivas. Juan y Pedro corrieron hacia la tumba vacía, después de haberse enterado por María Magdalena que Jesús ya no estaba allí. Juan llegó primero y vio (blépo, mirar, observar) los lienzos puestos allí. Luego llegó Pedro y vio (dseoréo, discernir, inspeccionar) los lienzos y el sudario que había estado sobre la cabeza de Jesús. Entonces Juan entró a la tumba, vio (eido, comprender) y creyó. Pero ninguno había entendido por las Escrituras que esto debía de suceder.

Al atardecer de ese mismo día Jesús puesto en medio de ellos les dijo, “Reciban el Espíritu Santo” (Juan 20:22) y luego, según Lucas 24:44-45 Él les recordó todo lo que estaba escrito de Él en la Ley, los Profetas y los Salmos. Entonces les abrió el entendimiento para que pudieran comprender las Escrituras.

Pero el ser humano natural no percibe las cosas que son del Espíritu de Dios, porque para él son locura, y no las puede entender, porque se han de discernir espiritualmente (1 Corintios 2:14).

A pesar de haber compartido el alimento, de haber vivido y tenido una compañía íntima con el Señor del Universo durante tres años, la mente de los discípulos no era capaz de comprender la Misión del Mesías hasta que Él les dio el Espíritu Santo. De hecho, cuando el Señor alcanzó a dos de ellos camino a Emaús, Él los llamó insensatos y lentos de corazón para creer lo que los profetas habían hablado (Lucas 24:25). Ese fue el día de Su resurrección, pero antes de que ellos recibieran el Espíritu Santo esa noche. Piense en ello la próxima vez que usted se ría de ellos por ser tan espesos algunas veces.

Y la próxima vez que usted intente debatir la religión con un incrédulo recuerde que no fue sino hasta que usted creyó por fe y recibió el Espíritu Santo (Efesios 1:13), que usted dejó de ser tan testarudo y cerrado como la persona que está tratando de confrontar. Deje de estar persuadiendo, coaccionando, y asustando a la gente para que entren en el Reino, sino más bien, empiece a amarlos y a orar por ellos. Eso funciona mucho mejor. 30/06/03