Miércoles, 25 de mayo de 2016
Un Estudio bíblico por Jack Kelley
Respuestas bíblicas a esta vieja pregunta
Este ha sido el tema de muchos libros en el pasado. En uno de esos libros el autor llegó a la conclusión de que Dios se preocupa por nosotros pero no puede ayudarnos, o que Dios puede ayudarnos pero no se molesta por nosotros. ¿No es eso alentador?
Pero esta es la pregunta que la gente se formula de primero y la que se hace con más frecuencia cuando se ven en problemas, ya fuere que sean creyentes o no. Las respuestas parecen que han esquivado a la humanidad desde el incidente entre Caín y Abel. Y digo respuestas, porque pareciera que hay tres de ellas. La primera y la más común la encontramos cuando nos vemos en el espejo. La segunda tiene que ver con las consecuencias del pecado en el mundo. Y la tercera se refiere a nuestra propia naturaleza pecaminosa. Veámoslas en orden.
Espejito, espejito en la pared
Cuando nos miramos en el espejo lo que la mayoría de nosotros hace a diario es disminuir nuestro bienestar físico y mental, en lugar de resaltarlo. Solamente observe nuestros hábitos en la comida y en el ejercicio, en la tensión que producimos y la resistencia que presentamos en el lugar de trabajo, en la manera en que nos hemos esclavizado al materialismo, en la enorme carga de deudas y de responsabilidades que llevamos encima, y en la manera como sufrimos y causamos sufrimiento en nuestras relaciones personales.
Un principio básico de la arquitectura es que la debilidad de cualquier estructura se presentará cuando se le sujeta a tensión. El estilo de vida que escogemos puede ser una enorme fuente de tensión, sin tomar en cuenta lo buenos que somos o las buenas obras que hacemos. Y para algunas personas el mismo esfuerzo requerido para hacer el bien y para ser buenos, es en sí mismo una fuente de tensión. Los sicólogos saben que la tensión reduce nuestro ámbito de atención, nos distrae, nos enfurece y nos hace más aptos a sufrir accidentes y enfermedades. Cualquier debilidad en nuestra estructura física y/o mental, eventualmente se presentará bajo tensión.
¿Listo para una repetición?
Esto nos lleva a la segunda respuesta. ¿De dónde se originó la debilidad en nuestra estructura física y mental? El Libro de Génesis nos relata que Adán y Eva fueron creados por un acto directo de Dios, a Su imagen. Dios los puso en el Jardín del Edén y les dio una regla solamente. Cuando ellos rompieron esa regla, el pecado entró en el mundo y Satanás se convirtió en el poder espiritual detrás de los eventos en el mundo (1 Juan 5:19).
Es Satanás quien trajo todo el dolor y el sufrimiento a nuestro mundo. Y es la presencia continua del pecado lo que hace que eso sea posible. La Biblia llama a Satanás el dios de este siglo (2 Corintios 4:4) y el príncipe de este mundo (Juan 12:31; 14:30; 16:11), y afirma que todo el mundo está bajo su control. Nosotros no habitamos en el mundo que Dios creó, sino en uno que está contaminado por la rebelión de Satanás y por el pecado de Adán. Y debido a que vivimos aquí y somos descendientes de Adán y Eva, es que sufrimos las consecuencias de su pecado, y de esa manera estamos inclinados a pecar. (Según Génesis 5:3, fuimos hechos a imagen de Adán.)
¿Verdad o consecuencias?
Estas consecuencias del pecado están tan ligadas a nuestra realidad que raramente las cuestionamos. Pero consideremos lo siguiente: ¿De verdad cree usted que un Dios perfecto de manera deliberada creó una imagen imperfecta de sí mismo con la disposición genética para la enfermedad y otras fallas físicas y mentales? ¿Qué un Creador a quien se define como la personificación del Amor nos diseñó para odiar a los que son diferentes a nosotros? ¿O que causó a quienes nos rodean que se guarden el amor que tanto anhelamos, para que lleguemos a la conclusión de que no somos seres amados y así terminaremos nuestra vida? ¿Podría un Dios eterno crear hijos temporales que envejezcan, enfermen, se desmoronen, mueran y se vayan al infierno, mientras Él continúa viviendo? ¿Podría este mismo Dios eterno hacer que los padres golpeen, abusen, abandonen y aun maten a sus propios hijos que son el resultado de la misma creación y que Él les ha delegado en primer lugar? ¿Ha tenido usted la oportunidad de poder ver a su propio hijo morir? Dios ha visto a seis mil millones de Sus hijos morir.
¡Él es Dios y usted no lo es!
Usted dice, “Pero Él es Dios. Él puede hacer todo lo que quiere. Él puede detener esto”. No, Él no lo puede detener y eso es cabalmente lo que lo hace ser Dios. Él no es ninguna versión más poderosa que nosotros. Él no puede ser arbitrario o caprichoso como lo somos nosotros. Dios no puede aliviarnos de las consecuencias del pecado en el mundo. Él nos puede amar lo suficiente como para haber podido comprar un perdón para nuestros pecados (puso Su propia vida), pero Él no puede hacer que usted lo ame lo suficiente como para aceptarlo. Él tiene que ser justo, Él tiene que ser equitativo y debe actuar de acuerdo a las reglas. Estas reglas requieren que Dios permita que sucedan eventos que no son consistentes ni con Su placer ni con Sus deseos. Cuando Sus reglas se rompen (a eso le llamamos pecado), Él tiene que permitir las consecuencias.
Satanás está vivo y se encuentra bien en el planeta tierra
La enfermedad, el dolor, el sufrimiento y la muerte, han sido introducidos por Satanás como consecuencias del primer pecado. Y a diferencia de Dios, Satanás no tiene que ser justo y por eso es que todas estas cosas afectan aún al inocente. Y puesto que ya no es “políticamente correcto” ni siquiera reconocer la existencia de Satanás, el único que queda para ser culpado es Dios. Así, con una considerable ayuda de la teología liberal, Dios recibe toda la culpa, Satanás es eximido y las personas que están perdidas en todos lados gritan, “¿Por qué yo?” sin obtener ninguna respuesta. Para la continuación de este artículo vea aquí.