Lunes 13 de mayo de 2019
Un Estudio Bíblico por Jack Kelley
En este estudio vamos a tratar con una nueva definición que está llegando al léxico cristiano. La palabra que está siendo redefinida es vencedor y la nueva definición es que un vencedor es alguien que vive una vida al estilo de Cristo, y no solamente hablar de ella. Estas personas han muerto a sí mismas y ahora viven una vida que es santa e inmaculada. Algunas personas que abrazan esta definición afirman que solamente aquellas que cumplen con estos requisitos serán la Novia de Cristo, mientras que los demás creyentes pasarán el Milenio en “las tinieblas de fuera” aprendiendo la santificación que no pudieron aprender en la tierra, para así estar preparados para la eternidad cuando los mil años terminen.
El hecho de que la Biblia nunca utiliza esa palabra en este contexto no parece ser un problema para los seguidores de esta nueva definición. Es como la palabra arrepentimiento, la cual nunca se usa en la Biblia para describir un cambio de comportamiento, sino solamente un cambio de actitud. Ya que a estas personas nunca se les ha enseñado eso, la intención del significado de esta palabra nunca ha entrado en la mente de la mayoría de las personas. El conocimiento común de ‘vencedor’ se enfrenta al futuro mismo.
Pero para poder ordenar las cosas, veamos cómo es que la Biblia define un vencedor. La palabra ‘vencedor’ aparece primero en relación con los creyentes en Juan 16:33:
“Estas cosas les he hablado para que en mí tengan paz. En el mundo tendrán aflicción; pero confíen, yo he vencido al mundo”.
A pesar de que este mundo no es un lugar perfecto, nosotros sí podemos tener paz en nuestras vidas sabiendo que Jesús ha vencido al mundo. No importa lo malo que se torne la vida para nosotros aquí, en Cristo se nos asegura que tendremos una vida venidera mucho mejor. Jesús es el vencedor, y Él nos lo dijo para alentarnos. (Imagínese cómo se sentiría usted sobre esta palabra de aliento si usted llega al cielo solamente para enterarse de que usted debe de completar un programa de adoctrinamiento con una duración de mil años antes de poder ser digno de entrar en el Reino.)
Pablo dijo que nosotros debemos vencer el mal con el bien (Romanos 12:21). Pero así como él nos advierte una y otra vez de ir más allá de la salvación para lograr la victoria sobre nuestra naturaleza pecaminosa y así poder ganar las coronas que están disponibles por hacerlo, él ni una sola vez dijo que nuestra participación en el reino dependía de ello. Esta es la única vez que él utilizó esa palabra en relación con nuestro comportamiento.
De todos los escritores del Nuevo Testamento, Juan es el que utilizó esa palabra con más frecuencia, diciendo que todos aquellos que creen que Jesús es el Hijo de Dios son vencedores.
“Les he escrito a ustedes, jóvenes, porque son fuertes, y la palabra de Dios permanece en ustedes, y han vencido al maligno” (1 Juan 2:14).
“Y todo espíritu que no confiesa que Jesucristo ha venido en carne, no es de Dios; y este es el espíritu del anticristo, el cual ustedes han oído que viene, y que ahora ya está en el mundo. Hijitos, ustedes son de Dios, y los han vencido; porque mayor es el que está en ustedes, que el que está en el mundo” (1 Juan 4:3-4).
“Porque todo lo que es nacido de Dios vence al mundo; y esta es la victoria que ha vencido al mundo, nuestra fe. ¿Quién es el que vence al mundo, sino el que cree que Jesús es el Hijo de Dios?” (1 Juan 5:4-5).
Nosotros hemos vencido al maligno, al espíritu de anticristo, y al mundo, y ¿cómo fue que hicimos eso? Por medio de la fe, al creer que Jesucristo es el Hijo de Dios. Como es siempre el caso, es nuestra fe la que nos hace parecer santos e inmaculados, no es nuestro comportamiento con el cual nunca podremos calificar.
En Apocalipsis 2—3 esta palabra se utiliza en cada una de las siete cartas a las iglesias para describir a aquellas personas que resisten, o rechazan, el pecado religioso por el cual la iglesia está siendo criticada y/o permanecen en la verdad del evangelio.
Los vencedores en Éfeso
“Pero tengo contra ti, que has dejado tu primer amor. Recuerda, por tanto, de dónde has caído, y arrepiéntete, y haz las primeras obras; pues si no, vendré pronto a ti, y quitaré tu candelero de su lugar, si no te hubieres arrepentido… Al que venciere, le daré a comer del árbol de la vida, el cual está en medio del paraíso de Dios” (Apocalipsis 2:4-5, 7).
Hacia finales del Siglo I la Iglesia ya estaba tan ocupada haciendo obras religiosas que se le olvidó que la obra ya había sido hecha y que nuestro propósito primordial es el de adorar al Señor y darle las gracias. La relación que Él quería tener con nosotros y por la que Él entregó Su vida, se estaba convirtiendo en otra religión. Todas aquellas personas que cambiaran de actitud y vencieran la tendencia humana de intentar ganar una posición con Dios, se apoyan en el hecho de que Jesús lo hizo todo y se encontrarán con Él en el árbol de la vida en el paraíso. El vencedor es aquel que descansa en la fe y adora a Dios.
Los vencedores en Esmirna
“No temas en nada lo que vas a padecer. El diablo meterá a algunos de ustedes en la cárcel, para que sean probados, y tendrán tribulación por diez días. Sé fiel hasta la muerte, y yo te daré la corona de la vida. El que tiene oído, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias. El que venciere, no sufrirá daño de la segunda muerte” (Apocalipsis 2:10-11).
Los diez días mencionados aquí son el reino de 10 césares, el cual tuvo una duración de 250 años, hasta el Siglo III. Durante todo este tiempo, los cristianos fueron perseguidos sin descanso. Muchos fueron llamados para dar la vida por su fe. El Señor no ofreció ningún escape de eso excepto el que proviene de la muerte. Pero todas aquellas personas que permanecieron fieles creyendo en Su promesa de la vida eterna, la recibieron. El vencedor murió en fe y recibió la vida.
Los vencedores en Pérgamo
“Pero tengo unas pocas cosas contra ti: que tienes ahí a los que retienen la doctrina de Balaam, que enseñaba a Balac a poner tropiezo ante los hijos de Israel, a comer de cosas sacrificadas a los ídolos, y a cometer fornicación. Y también tienes a los que retienen la doctrina de los nicolaítas, la que yo aborrezco. Por tanto, arrepiéntete; pues si no, vendré a ti pronto, y pelearé contra ellos con la espada de mi boca. El que tiene oído, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias. Al que venciere, daré a comer del maná escondido, y le daré una piedrecita blanca, y en la piedrecita escrito un nombre nuevo, el cual ninguno conoce sino aquel que lo recibe” (Apocalipsis 2:14-17).
En el Siglo IV la iglesia se unió con la religión pagana de Babilonia, y las prácticas que no solamente están en contra de la Biblia sino que son detestables al Señor, eran comunes. El Señor amenazó con pelear contra esas prácticas con la espada de Su Boca, la cual es Su Palabra. Los vencedores fueron aquellas personas que permanecieron en la verdad del Evangelio no adulterado y vivieron por la fe en sus promesas. Ellos recibieron el Pan de Vida y un testimonio que los elogia ante el Padre en nombre del Hijo.
Los vencedores en Tiatira
“Pero tengo unas pocas cosas contra ti: que toleras que esa mujer Jezabel, que se dice profetisa, enseñe y seduzca a mis siervos a fornicar y a comer cosas sacrificadas a los ídolos. Y le he dado tiempo para que se arrepienta, pero no quiere arrepentirse de su fornicación. Yo la arrojo en cama, y en gran tribulación a los que con ella adulteran, si no se arrepienten de las obras de ella. Y a sus hijos heriré de muerte, y todas las iglesias sabrán que yo soy el que escudriña la mente y el corazón; y le daré a cada uno según sus obras. Pero a ustedes y a los demás que están en Tiatira, a cuantos no tienen esa doctrina, y no han conocido lo que ellos llaman las profundidades de Satanás, yo les digo: No les impondré otra carga; pero lo que tienen, reténganlo hasta que yo venga. Al que venciere y guardare mis obras hasta el fin, yo le daré autoridad sobre las naciones” (Apocalipsis 2:20-26).
La unión ilícita de la Iglesia con Babilonia produjo cuatro hijas, las cuales están vivas hoy en día en la tierra. Tiatira representa la Iglesia Católica, la primera hija. Se hizo rica confiscando propiedades por medio de acusaciones falsas, como lo hizo Jezabel, y también instituyó la venta de indulgencias las cuales autorizaban prácticas licenciosas cobrando una cuota. Pero aquellas personas que mantienen a Jesús en sus corazones y rechazan las tradiciones que le agregan a lo que Él hizo en la cruz, Jesús les promete la salvación. Estas personas no se han dado cuenta de los secretos de Satanás de Jesús más María, la Gracia más las obras, las Escrituras más los sacramentos, y han vencido, viviendo solo una vida de fe.
Los vencedores en Sardis
“Sé vigilante, y afirma las otras cosas que están para morir; porque no he hallado tus obras perfectas delante de Dios. Acuérdate, pues, de lo que has recibido y oído; y guárdalo, y arrepiéntete. Pues si no velas, vendré sobre ti como ladrón, y no sabrás a qué hora vendré sobre ti. Pero tienes unas pocas personas en Sardis que no han manchado sus vestiduras; y andarán conmigo en vestiduras blancas, porque son dignas. El que venciere será vestido de vestiduras blancas; y no borraré su nombre del libro de la vida, y confesaré su nombre delante de mi Padre, y delante de sus ángeles” (Apocalipsis 3:2-5).
La Iglesia Protestante es la que está representada por Sardis, y ejecutó la amenaza del Señor de juzgar las prácticas de la Iglesia con la Espada de Su Boca. El llamado de la Reforma fue “Sola fides (sólo por la fe) sola gratia (sólo por la gracia), solus Christus (sólo con Cristo), y sola Scriptura (sólo Su Palabra)”. Por vez primera la Biblia estaba disponible a todas las personas para ser leída. Se fundaron grandes seminarios para enseñarles a los pastores la Palabra de Dios. Pero en diablo se introdujo en estos seminarios, a así la autoridad de la Palabra de Dios fue desafiada. Todo se llevó a cabo en nombre del intelectualismo por lo que se pensaba que eso era correcto, pero pronto al Evangelio le fue robado su poder, la luz de la fe se fue, el Espíritu fue apagado, y la gente se calmó y se durmió.
Muchas personas aun están dormitando, pero sí hay unas que aun recuerdan el Evangelio y se aferran a él. Estas personas se han arrepentido de la Hipótesis Documental, el Racionalismo Moderno, y todo lo demás. Ellas han vencido lo que Walter Martin llamó el Culto del Liberalismo y han retenido el poder del Evangelio. Estas personas han sido lavadas en la Sangre del Cordero y se les han dado vestiduras limpias. Sus nombres no han sido borrados del Libro de la Vida del Cordero, y Él nunca los borrará.
Los vencedores en Filadelfia
“Yo conozco tus obras; Yo he puesto delante de ti una puerta abierta, la cual nadie puede cerrar; porque aunque tienes poca fuerza, has guardado mi palabra, y no has negado mi nombre… Por cuanto has guardado la palabra de mi paciencia, yo también te guardaré de la hora de la prueba que ha de venir sobre el mundo entero, para probar a los que habitan sobre la tierra. Yo vengo pronto; retén lo que tienes, para que ninguno tome tu corona. Al que venciere, yo lo haré columna en el templo de mi Dios, y nunca más saldrá de allí; y escribiré sobre él el nombre de mi Dios, y el nombre de la ciudad de mi Dios, la nueva Jerusalén, la cual desciende del cielo, de mi Dios, y mi nombre nuevo” (Apocalipsis 3:8, 10-12).
“Retén lo que tienes” le ordena el señor a la Iglesia Evangélica, porque “yo vengo pronto. Y porque has guardado la palabra de mi paciencia, yo también te guardaré de la hora de la prueba que ha de venir sobre el mundo entero”
¿Y a qué es lo que tenemos que sostenernos? Tenemos Su Palabra, Su Nombre, y Su promesa. Él viene pronto. En el Nuevo Testamento se mencionan cinco coronas a las que los creyentes deben aspirar. Pero aquí el Señor solamente menciona una de ellas. ¿Cuál de todas es? Yo creo que es la descrita en 2 Timoteo 4:8, la Corona de Justicia, para todas aquellas personas que aman Su venida. ¿Quién sino la Iglesia Evangélica creyente en la Biblia, y que estudia la profecía, puede calificar para recibir esta corona, y cuál es la que mejor describe el anhelo de nuestros corazones?
Los vencedores en Laodicea
“Yo conozco tus obras, que ni eres frío ni caliente. ¡Cómo quisiera que fueses frío o caliente! Pero por cuanto eres tibio, y no frío ni caliente, te vomitaré de mi boca… Yo estoy a la puerta y llamo; si alguno oye mi voz y abre la puerta, entraré a su casa, y cenaré con él, y él conmigo. Al que venciere, le daré que se siente conmigo en mi trono, así como yo he vencido, y me he sentado con mi Padre en su trono” (Apocalipsis 3:15-16, 20-21).
Aquí tenemos la cuarta hija, la iglesia apóstata de los tiempos del fin. Próspera y sin necesidad de nada. A ellos les gusta ser llamados seguidores de Cristo, no simplemente creyentes, y el centro de todo definitivamente son las obras. Difícilmente algunas de estas personas escuchan el llamado a la puerta, lo que significa que Él está fuera intentando entrar. Para aquellas personas que vencen la locura de la prisa por conquistar el mundo en nombre de un Jesús que muchas de ellas no conocen, esperando lograr algo que Él no quiere, para esas personas que escuchan su llamado a la puerta y lo invitan a entrar en sus corazones para que encienda los fuegos de la fe, Él les dará el derecho de sentarse con Él en Su trono.
Estas siete cartas nos dan siete ejemplos que muestran que solamente por la fe es que podemos ser vencedores. De la Iglesia en Éfeso vemos a los vencedores adorando al Señor y dándole las gracias por haber terminado toda la obra de nuestra salvación. De la Iglesia en Esmirna vemos que es permaneciendo fieles hasta la muerte que somos vencedores y recibimos la vida. Los vencedores en Pérgamo rechazaron los rituales paganos de Babilonia que oscurecen y pervierten la Historia del Evangelio. Aquellas personas en Tiatira rechazaron añadirle a la simpleza del Evangelio, mientras que en Sardis rechazaron permitir que sus poderes le fueran arrebatados. Los vencedores en Filadelfia se sostienen en Su Nombre, Su Palabra y Su Promesa, y los vencedores de Laodicea son advertidos de escuchar Su llamado a la puerta y abrirle sus corazones cuando lo escuchen.
Así como es la voluntad de Dios que seamos conformados a la imagen de Cristo en nuestro comportamiento, y que vayamos más allá de la salvación para obtener la victoria, de las Escrituras queda claro que somos vencedores cuando nos mantenemos tenazmente en nuestra fe, como de niño, puesta la obra completa del Señor en la cruz. Las siete iglesias eran exactamente eso, iglesias. Sin embargo en su mayor parte introdujeron doctrinas que oscurecían el evangelio y destruían la fe, las cuales en las generaciones siguientes han mantenido a innumerables millones de personas alejadas del camino a la vida eterna. Solamente aquellas personas que vencen por la fe son salvas.
“Y me dijo: Hecho está. Yo soy el Alfa y la Omega, el principio y el fin. Al que tuviere sed, yo le daré gratuitamente de la fuente del agua de la vida. El que venciere heredará todas las cosas, y yo seré su Dios, y él será mi hijo” (Apocalipsis 21:6-7).
El Libro de Apocalipsis finaliza como empezó, al decirnos que la vida eterna se otorga sin costo alguno a todas aquellas personas que caminan solamente por la fe en Él, creyendo que la obra está completamente terminada y que el Señor es el principio y el fin de su búsqueda de la eternidad. Esos son los vencedores. Selah. 09/08/2008