Miércoles 26 de febrero de 2020
Un Estudio Bíblico por Jack Kelley
Esto es lo que ofrecerás sobre el altar: dos corderos de un año cada día, continuamente. Ofrecerás uno de los corderos por la mañana, y el otro cordero ofrecerás a la caída de la tarde (Éxodo 29:38-39).
Si decimos que no tenemos pecado, nos engañamos a nosotros mismos, y la verdad no está en nosotros. Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad (1 Juan 1:8).
Todas las mañanas y en todos los atardeceres, mientras el Tabernáculo y los dos Templos estuvieron en pie, los israelitas ofrecían un cordero escogido por los pecados del pueblo. Imagínese por un momento que eran dos corderos durante los 365 días del año durante más de 1.200 años. Eso quiere decir que se sacrificaron más de 876.000 corderos solamente en los dos sacrificios diarios por la ofrenda de los pecados nacionales.
El propósito de esta ofrenda era prevenir que los pecados que a diario cometía la gente interrumpieran la comunión entre Dios y Su pueblo. Por supuesto que también había numerosas ofrendas para otros propósitos varios, pero este era el que mantenía la relación con Dios.
La tendencia de las personas hacia el pecado está tan profundamente arraigada en su misma naturaleza que es literalmente imposible separarla de la persona. Como lo expresó un comentarista, “No somos pecadores porque pecamos, sino pecamos porque somos pecadores”. David comprendió esto cuando escribió, “¿Quién podrá entender sus propios errores? Líbrame de los que me son ocultos. Preserva también a tu siervo de las soberbias; que no se enseñoreen de mí; entonces seré íntegro, y estaré limpio de gran rebelión” (Salmo 19:12-13). David creía que para quedar verdaderamente limpio era necesario confesar aun aquellos pecados que no se recordaba haber cometido. Él comprendió que nuestra naturaleza pecaminosa forma parte de nosotros que el pecar es una respuesta natural al estímulo de nuestro entorno imperfecto. Es nuestro ajuste por defecto, si usted quiere llamarlo así. David aun confesó que pecaba estando en el vientre de su madre (Salmo 51:5). Aquí vemos que nada que ver con que la persona que no ha nacido no es humana, o que no está viva.
Puesto que eran los sacerdotes quienes debían mantener el cordero matutino quemándose sobre el altar hasta el momento del sacrificio vespertino, y viceversa, esta ofrenda nacional era una cobertura perpetua por los continuos actos de pecado tanto no intencionados como inconscientes, que la gente cometía día y noche.
Debemos tener en mente que los israelitas estaban en una relación de pacto con Dios y que cada año en Yom Kippur, que su ceremonia más sagrada y solemne, sus pecados quedaban a un lado. Pero aun así, la ofrenda diaria debía mantenerse.
Contenido en el Antiguo Testamento, Explicado en el Nuevo Testamento
Yo creo que muchas de las ordenanzas que eran externas y físicas en el Antiguo Testamento se convirtieron en internas y espirituales en el Nuevo Testamento. Por eso no debe sorprendernos descubrir que la ofrenda diaria por el pecado tiene su contraparte en el Nuevo Testamento.
“Si decimos que no tenemos pecado, nos engañamos a nosotros mismos, y la verdad no está en nosotros. Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad” (1 Juan 1:8-9). Juan escribió sus cartas a los creyentes que ya tenían una relación de pacto con Dios y cuyos pecados ya habían sido limpiados con la Sangre de Cristo. Y, sin embargo, les advierte que ofrezcan oraciones de confesión, con la promesa de que estas oraciones los van a purificar de toda injusticia. Estos versículos implican que las personas creyentes aun pecan, lo cual las hace estar impuras y es por eso que necesitan ofrecer las oraciones de confesión para que su purificación pueda ser restablecida.
Pablo afirmó que si alguna persona está en Cristo es una nueva creación, y “al que no conoció pecado (Jesús), por nosotros lo hizo pecado, para que nosotros fuésemos hechos justicia de Dios en él” (2 Corintios 5:21). Si eso es así, ¿por qué los cristianos tienen que ofrecer oraciones de confesión?
Unión y Comunión
Eso es porque hay dos componentes en nuestra relación con Dios. El primero se llama unión. Este es una unión inquebrantable que fue hecha cuando usted creyó por primera vez y el Espíritu Santo vino a morar en usted (Efesios 1:13-14). Nada que usted haga puede reversar eso, usted no puede convertirse en no nacido. La unión es la base de nuestra relación.
El segundo es la comunión. Esta es la posición de nuestra relación en cualquier momento en el tiempo, la cual se caracteriza por la comunicación y la bendición las cuales son de doble vía. Es cierto, todos nuestros pecados fueron eliminados en la cruz (Colosenses 2:13-14), y si nosotros también hemos sido curados de nuestra naturaleza pecaminosa cuando creímos por primera vez, Juan no debería habernos aconsejado que nos mantuviéramos orando por el perdón. Pero no fuimos curados. Dios arregló para que nuestra constante tendencia a pecar no nos descalificara de nuestra salvación al haber pagado la pena por todos nuestros pecados de una vez por todas, y haber escogido de allí en adelante vernos como si ya hubiéramos sido hechos perfectos, en vez de vernos aun en nuestro estado imperfecto.
Aquel que ve el fin desde el principio simplemente nos mira como lo que vamos a ser y no como lo que actualmente somos. Entonces para el propósito de nuestra eternidad, ya estamos seguros y en el momento que lleguemos allá seremos hechos perfectos. “Porque con una sola ofrenda hizo perfectos para siempre a los santificados” (Hebreos 10:14). Él sabe eso y ha escogido vernos de esa manera aun ahora. Esta es la nueva creación que Pablo describió.
Y eso nos lleva al segundo componente. Estamos siendo santificados porque ningún ser impío puede morar ante la presencia de un Dios santo. Un día seremos cambiados y seremos hechos de tal manera que podamos morar con Él en Su Reino para siempre. Pero eso aún no ha sucedido, entonces para poder permanecer en comunión ahora, tenemos que “limpiarnos” periódicamente al buscar el perdón de los pecados que continuamos cometiendo. El beneficio de permanecer en comunión con Él es las increíbles bendiciones y favores que recibimos de Su Mano cuando Él cumple con Su papel del Buen Pastor descrito en el Salmo 23. Al estar fuera de comunión significa perdernos esta bendición que se otorga día a día.
Entonces, la unión describe nuestro estado eterno, mientras que la comunión se refiere a nuestra relación en el aquí y en el ahora. La razón del porqué muchos cristianos viven una vida derrotada se debe a su fracaso de entender esta diferencia. Ellos se acercan a recibir al Señor y así resuelven su problema eterno (unión), pero dejan ir las tremendas bendiciones que Él nos provee en el aquí y en el ahora (comunión) al fracasar en confesar sus pecados cuando continúan pecando.
Las Lecciones de Israel
El Señor les enseñó a los israelitas que a pesar de que eran un pueblo de pacto a quienes se les había otorgado una bendición grande y eterna a cambio de su obediencia, aun así necesitaban actuar diariamente para preservar su relación. Esto requería que se hicieran los sacrificios por el pecado dos veces al día.
El Señor le prometió a la Iglesia una bendición aún mayor a cambio de nuestra fe. Pero a nosotros también Juan nos advierte que actuemos diariamente para preservar nuestra relación. Lo que se requiere es una oración de confesión cada vez que pecamos. La de ellos era un requisito nacional, externo y físico. La nuestra es personal, interna y espiritual.
“¿Quién podrá entender sus propios errores? preguntó David. ¿Quién de nosotros puede saber todos y cada uno de los pecados que cometemos? Nos volvemos tan adeptos a racionalizar y a justificar nuestro comportamiento que el pecar es tan natural a nuestro estado caído, que es imposible reconocer y recordarlos todos. Líbrame de los que me son ocultos. Preserva también a tu siervo de las soberbias; que no se enseñoreen de mí; entonces seré íntegro, y estaré limpio de gran rebelión”. De la misma manera que nuestra ducha matutina nos limpia físicamente, esta ofrenda de oración cada mañana nos limpiará espiritualmente y restablecerá nuestra justicia, calificándonos para recibir las grandes bendiciones que el Señor ha apartado para nosotros en cada nuevo día. Porque si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad”. 16-01-14