(Narrado por Juan)
Parte 1. Capítulos 1 al 6
CAPÍTULO 1
Yo estaba en el exilio en la isla griega de Patmos cuando Él se me acercó para que me hiciera cargo del proyecto. Hoy Patmos es una parada turística en la ruta marítima de Turquía Occidental a Atenas. Diariamente es visitada por cruceros y barcos transbordadores atiborrados de turistas para visitar un inmenso monasterio y unas 300 pequeñas capillas, todas nombradas con mi nombre. Pero en mi tiempo, Patmos era una colonia penal romana, de unos tres kilómetros cuadrados, llena de rocas y de desesperación, desolada y solitaria. Yo estaba allí porque no podía (ni debía) dejar de predicar el Evangelio. Las autoridades habían intentado toda clase de formas para callarme pero ninguna les funcionó así que finalmente me embarcaron para Patmos para que no pudiese hablarle más a ninguna persona; o por lo menos así lo creyeron.
Yo escuché Su voz antes de verlo, y cuando me volví caí con mi rostro en tierra a Sus pies sabiendo que era el Señor. Imagínese el susto que tuve. Anteriormente Él había sido como uno de los muchachos, pero ahora Él es el Rey del Universo. Por cierto, Él se presentó a Sí mismo (como si lo necesitara hacer). Yo sabía que esta no era una visita casual sino una visita oficial. Algo grande se estaba preparando.
A pesar de que habían pasado ya 50 años desde que lo había visto la última vez, Él no perdió el tiempo con conversaciones inútiles, sino que de inmediato me dio instrucciones para escribir una carta en tres partes, en realidad un libro, para que fuese enviado a siete iglesias cuyos nombres Él me había dado. Estas tres partes eran:
1. Las cosas que fueron (Su tiempo en la tierra antes que la iglesia naciera).
2. Las cosas que son (la era de la iglesia como la representan las siete congregaciones que Él mencionó), y
3. Las cosas que han de ser después de la era de la iglesia (la gran tribulación, Su Segunda venida, y Su reinado de 1000 años en la tierra).
CAPÍTULOS 2 & 3
Luego Él se lanza directamente en un monólogo sobre estas siete iglesias. Muy pronto era obvio que Él las había escogido cuidadosamente debido a su naturaleza, y en la forma como las colocó, ellas son una crónica de lo que ahora se ha convertido en la historia de la iglesia. Empezaría pequeña y fiel, pero pronto se convertiría en una organización formal en peligro de olvidar su propósito original, adorarlo a Él (Éfeso). Su crecimiento haría temer a los gobiernos del mundo, quienes tratarían de eliminarla, sin éxito (Esmirna). Al fracasar en ese intento, los gobiernos la aceptarían y la transformarían desde su interior para hacerla un gobierno poderoso en sí misma, más a tono con los caminos del mundo que con los de Él (Pérgamo). Cerca del tiempo del fin, la iglesia se dividirá en cuatro componentes; católicos (Tiatira), protestantes (Sardis), evangélicos (Filadelfia), y liberales/nueva era—iglesia emergente (Laodicea). Estas cuatro existirán codo a codo hasta el momento del Rapto, cuando Él removerá a quienes le han sido fiel y los apartará del resto, llevando así la era de la iglesia a su fin para dejar que el resto de las personas pasen por los juicios del final.
CAPÍTULO 4
Y luego algo sucedió que literalmente me voló. Miré hacia arriba y vi esta puerta en el cielo que estaba abierta y volví a escuchar Su voz ordenándome “¡Sube acá!” De inmediato fui transportado a través del tiempo y del espacio, aterrizando en un instante ante el Trono de Dios, al final de la era. No hay manera para describir cómo me sentía, un instante antes estaba frente a mi cueva en la isla y en el siguiente instante estaba en el cielo en el Siglo XXI, pero aparentemente, yo estaba participando en el Rapto de la Iglesia, tal y como Él lo había prometido a la iglesia de Filadelfia. Había millones de nosotros allí, cantando alabanzas a Dios junto a todo el ejército celestial. Recibimos las coronas que habíamos ganado mientras estuvimos en la tierra para devolvérselas a Él de inmediato, porque fue Él quien nos fortaleció para poder hacer las cosas por las que estábamos siendo recompensados.
CAPÍTULO 5
Miré al Trono del Altísimo y le vi sentado sosteniendo un documento que era ni más ni menos que el título de propiedad del planeta tierra. Estaba sellado con siete sellos. Yo lloré convulsivamente porque sentí el dolor de Dios al ver Su creación en terrible atadura y al realizar que ningún esfuerzo humano, ni aun el de todo el ejército celestial, podía liberarla. Pero luego volví a ver a mi Señor Jesús, aun mostrando en Su cuerpo las terribles cicatrices de Su crucifixión y supe que solamente Él podía liberar la tierra y restaurar Su creación. Por Su muerte de sacrificio Él había pagado el rescate, junto con los pecados de usted y los míos.
Cuando tomó el título de propiedad de Su Padre, todos reconocimos que había llegado el momento para que diera inicio la serie de juicios que liberarían al mundo del pecado, restaurarían la creación a Su Creador, y nos llevarían a Su reino milenial de paz sobre la tierra. Todos nos alegramos y gritamos y cantamos hasta que los mismos cielos se estremecieron.
Pero el que se había robado la creación no estaba por soltarla sin presentar una pelea, e, increíblemente, había enlistado el apoyo de algunas fuerzas poderosas, tanto naturales como sobrenaturales. La guerra más grande y sucia en la historia se estaba preparando y a mí se me había dado el trabajo, aparentemente imposible, de escribir la narración como testigo ocular.
No se si usted puede comprender lo grande de esta tarea. No soy ningún tonto, pero yo me encontraba en el Siglo I, con un vocabulario del Siglo I, y yo estaba supuesto a describir sobre cosas que nunca se habían escuchado, ni aun a principios del Siglo XX. Lo que es más, todos los millones de personas que leerían esto entre el momento en que lo escribí y el momento en que los eventos sucedan, debían entenderlo. Afortunadamente, yo tuve alguna ayuda sobrenatural. Primero, el Espíritu Santo me guió a escribir algo de esta narración, como si fuera una visión rica en simbolismos. Y, segundo, de los 404 versículos de mi libro, 278 de ellos son citas directas del Antiguo Testamento para ayudar a mis lectores a mantener las cosas dentro del contexto correcto y poder así explicar el simbolismo. (Claro, esto presume que usted conoce su Antiguo Testamento.)
CAPÍTULO 6
Como ya lo mencioné, el título de propiedad de la tierra estaba sellado con siete sellos y conforme el Señor los abría, el Espíritu Santo me dio las visiones de los juicios que estaban siendo desatados sobre la tierra. Los primeros cuatro juicios fueron simbolizados por caballos y jinetes. En el primero apareció un caballo blanco montado por alguien que llegaba como un conquistador dispuesto a vencer. Este jinete trataba de verse como Cristo pero una mirada más cercana revela que es un impostor, es el anticristo. Lleva la corona equivocada. Es la corona del vencedor pero no la de un rey. Puesto que lleva un arco sin flechas, no estaba listo para la guerra, pero eso pronto va a cambiar.
El segundo caballo era de color rojo intenso y simbolizaba la guerra. Le seguía, como por lo general sucede después que comienza la guerra, un caballo negro que simboliza el hambre. Algunas personas tendrían que trabajar todo el día para poder comprar un pedazo de pan, pero los ricos no se verían afectados todavía.
El cuarto caballo era de un color verdoso enfermizo y simbolizaba la muerte que le sigue a la guerra y al hambre. De hecho, más de la cuarta parte de la población mundial (eso es más de mil quinientos millones de personas) morirán durante esta serie de juicios.
Cuando abrió el quinto sello, vi a todas las personas que habían sido martirizadas por su fe. Todos clamaban a Dios, con una gran voz, por venganza, pero Él les dijo que fueran pacientes un poco más porque muchos más morirían para unírseles a ellos.
Al ver a toda la gente que ha sido masacrada y los que lo serán después, simplemente por creer en su Creador, debe de haber airado a Dios porque cuando el sexto sello es abierto, Él desata un terremoto colosal en la tierra. El humo y el polvo se levantan en la atmósfera hasta que el sol y la luna se oscurecen. Los montes y las islas fueron conmocionados por la fuerza del terremoto, y toda la humanidad huyó en busca de refugio, escondiéndose en las cuevas y entre las rocas, sabiendo que la ira de Dios estaba detrás de todo esto.