Las parábolas del reino… Mateo 13 (Parte 3)

Lunes 15 de junio de 2020

Cómo el tesoro escondido y las ostras simbolizan los destinos de Israel y la Iglesia

Seguidamente veremos la quinta y sexta parábolas para darnos cuenta de que la intención de incluir tanto a judíos como gentiles en el Reino del Señor, siempre fue así.

5). El Tesoro Escondido

Además, el reino de los cielos es semejante a un tesoro escondido en un campo. Cuando alguien encuentra el tesoro, lo esconde de nuevo y, muy feliz, va y vende todo lo que tiene, y compra ese campo. (Mateo 13:44).

Siguiendo el principio de la Consistencia Explicativa, en la cual el uso simbólico de las cosas en las Escrituras tiende a ser consistente, sabemos por las tres primeras parábolas que el sembrador es el Señor, y el campo es el mundo. En esta otra parábola, Él encuentra un tesoro en el mundo pero no lo desentierra. En vez de ello Él dio todo lo que tenía para comprar todo el mundo, solamente para tener el tesoro. Cuando el Señor creó a Adán le dio dominio sobre todo el mundo (Génesis 1:28). Adán posteriormente lo perdió y Satanás lo tomó, por eso es que a ese ser se le llama el príncipe de este mundo (Juan 12:31; 14:30 y 16:11) y el dios de este siglo (2 Corintios 4:4). Más tarde el Señor descubrió un tesoro escondido en el mundo, pero no lo desenterró. En lugar de eso Él vino al mundo como un hombre y dio Su vida (todo lo que tenía), para redimir a todo el mundo para obtener el tesoro.

En Éxodo 19:5; Deuteronomio 7:6 y Malaquías 3:17 se describe a Israel como el tesoro de Dios. A ningún otro pueblo se le otorga esta distinción, la historia y el destino de Israel siempre han estado unidos al mundo, y el Señor dio Su vida para redimirlo. En el Milenio Israel es restablecido a su anterior gloria y una vez más se convierte en la nación preeminente en la tierra. El especial tesoro de Dios.

6). La Perla de Gran Precio

También el reino de los cielos es semejante a un mercader que busca buenas perlas, que habiendo hallado una perla preciosa, fue y vendió todo lo que tenía, y la compró (Mateo 13:45-46).

Algunas personas ven esta parábola como una continuación de la anterior, y como otra forma de decir la misma cosa. En cierta manera eso es así, pero sí existe una gran diferencia. Las perlas sales de las ostras, las cuales no son comida “kosher”. Las ostras, al no tener ni aletas ni escamas, le eran prohibidas a Israel comerlas (Levítico 11:10-12) por lo que las perlas no las apreciaban como lo hacían los gentiles. Las perlas son distintivamente gentiles en naturaleza y de muchas maneras la formación y destino final de una perla es asombrosamente similar a la de la Iglesia.

Una perla es la única gema derivada de un organismo viviente, la cual se forma en respuesta a algo irritante. De alguna manera un granito de arena queda atrapado dentro de la concha de la ostra irritando de esa manera su carne. Incapaz de deshacerse del irritante, la ostra segrega un fluido que se endurece alrededor del granito de arena formando una bola redonda y lisa aliviando así la irritación. A esta bola endurecida le llamamos una perla. Cuando la ostra es cosechada la perla es removida de su hábitat natural para convertirse en un adorno. La Iglesia es un organismo vivo que siempre ha experimentado el crecimiento más dramático como respuesta a la persecución. Un día, pronto, el Señor vendrá para remover Su Iglesia del mundo, que es su hábitat natural, para hacerla Su novia, el objeto de Su afecto.

No se deje engañar por algunos comentaristas que utilizan estas parábolas para enseñar que el Reino es tanto el tesoro como la perla y que nosotros debemos estar dispuestos a dejarlo todo para comprar nuestro lugar en él. Este punto de vista viola el contexto y la intención de las parábolas, y no tiene sustento teológico. Nosotros no tenemos nada que Dios necesite. Ante Sus ojos no tenemos ningún mérito o sustancia, siendo incapaces de poder comprarle algo a Él. La entrada al Reino es gratuita con solo pedirla, porque el Señor dio todo lo que tenía para que fuera de esa manera. Dios, “al que no conoció pecado, por nosotros lo hizo pecado, para que nosotros fuésemos hechos justicia de Dios en él” (2 Corintios 5:21).

Entonces, en estas dos parábolas podemos ver, simbolizados, el destino tanto de Israel como de la Iglesia. En la escatología judía el Señor prometió retornar y vivir entre ellos en Su Tierra Santa, la tierra que Él le prometió a Abraham, Isaac y Jacob: La Tierra de Israel (Ezequiel 40—48). En la escatología cristiana, se nos promete que un día el Señor vendrá a llevarnos para estar con Él en el cielo (Juan 14:1-3). Cuando el tesoro se queda en el campo, Israel es dejado en el mundo. Cuando la perla es removida de la ostra, la iglesia es removida de la tierra. En ambos casos el Señor se empobreció a Sí mismo para comprar lo que Él deseaba, dándole a cada uno el destino que le había prometido.

Pero Espere Un Minuto

Hay una frase en Mateo 13:44 que ha sido pasada por alto pero que debe de sorprendernos. “vendió todo lo que tenía, y la compró”. En la noche que fue traicionado, las Escrituras nos dicen que después de la cena Jesús y los discípulos cantaron un himno y luego salieron al Huerto de Getsemaní en las faldas del Monte de los Olivos (Mateo 26:30). Aquí Él sería traicionado, arrestado, y sujeto a la humillación más intensa y depravada, para ser finalmente apaleado a un centímetro de Su vida antes de morir la muerte más dolorosa conocida al hombre. Todo eso sucedería dentro del lapso del día que acababa de comenzar, ya que el día judío se inicia al atardecer y al terminar el atardecer del siguiente día Él estaría en la tumba. Claro que Él sabía eso desde el principio (Mateo 26:52-54).

Según la tradición, el himno que cantaron después de la cena de la pascua es del Salmo 118:22-24. “La piedra que desecharon los edificadores ha venido a ser cabeza del ángulo. De parte del SEÑOR es esto, y es cosa maravillosa a nuestros ojos. Este es el día que hizo el SEÑOR; nos gozaremos y alegraremos en él”. Este fue el día ordenado desde antes de la fundación del mundo cuando de mutuo acuerdo el Hijo de Dios se convirtió en el Redentor de Israel, y más allá de eso una Luz para los gentiles para traerles la salvación de Dios hasta lo postrero de la tierra. (Isaías 49:5-6). Este fue el día cuando Él debía pagar el precio requerido para comprar Su Novia, y cuando lo hiciera haría posible la reconciliación entre Dios y Su creación (Colosenses 1:19-20). Aun Su conocimiento del tormento, la angustia y el dolor por los que pasaría, no iban a disminuir el gozo que Él sentía al ser capaz de dar el regalo de amor más grande jamás dado. Él cantó, “Este es el día que hizo el Señor; nos gozaremos y alegraremos en él”.

Entonces, fijemos nuestra mirada en Jesús, “el autor y consumador de la fe, el cual por el gozo puesto delante de él sufrió la cruz, menospreciando el oprobio, y se sentó a la diestra del trono de Dios” (Hebreos 12:2).