Cantad a Jehová cántico nuevo, porque ha hecho maravillas; su diestra lo ha salvado, y su santo brazo. Jehová ha hecho notoria su salvación; a vista de las naciones ha descubierto su justicia. Se ha acordado de su misericordia y de su verdad para con la casa de Israel; todos los términos de la tierra han visto la salvación de nuestro Dios.
Cantad alegres a Jehová, toda la tierra; levantad la voz, y aplaudid, y cantad salmos. Cantad salmos a Jehová con arpa; con arpa y voz de cántico. Aclamad con trompetas y sonidos de bocina, delante del rey Jehová.
Brame el mar y su plenitud, el mundo y los que en él habitan; Los ríos batan las manos, los montes todos hagan regocijo Delante de Jehová, porque vino a juzgar la tierra. Juzgará al mundo con justicia, y a los pueblos con rectitud.
Muchos comentaristas de la Biblia, cuando escriben sobre el fin de esta era, se detienen con el retorno del Señor al final de la gran tribulación. Este Salmo, obviamente está escrito sobre el tiempo que comienza inmediatamente después. Y, según la propia narración del Señor, las cosas se desarrollarán de la manera siguiente:
“Cuando el Hijo del Hombre venga en su gloria, y todos los santos ángeles con él, entonces se sentará en su trono de gloria, y serán reunidas delante de él todas las naciones; y apartará los unos de los otros, como aparta el pastor las ovejas de los cabritos. Y pondrá las ovejas a su derecha, y los cabritos a su izquierda”.
“Entonces el Rey dirá a los de su derecha: Venid, benditos de mi Padre, heredad el reino preparado para vosotros desde la fundación del mundo”.
“Entonces dirá también a los de la izquierda: Apartaos de mí, malditos, al fuego eterno preparado para el diablo y sus ángeles”. (Mateo 25:31-34, 41)
Todas aquellas personas que se quedaron en la tierra después del Rapto y han sobrevivido los siguientes siete años de juicios, sabrán exactamente lo que viene. Jesús ha llegado para establecer la fase dos de Su Reino, que es el tiempo que los cristianos conocen como el Milenio, un período de mil años de paz. Finalmente, la profecía de Isaías de la que hizo eco el coro angelical sobre Belén, será una realidad.
Israel de nuevo volverá a ser la nación favorita sobre la tierra, y vivirá en paz en la tierra prometida a Abraham hace tanto tiempo atrás, para nunca más ser expulsado de ella. Y como ha sucedido con tanta frecuencia en el pasado cuando el pueblo de Dios está en su tierra en paz con Él, la misma creación florecerá con tanta energía y exuberancia que realmente explotará en alabanzas sin límite. El cielo tendrá su color más azul, la hierba el más verde y el clima será perfecto. Y la paz sobre la tierra y la buena voluntad hacia la humanidad será la canción en el corazón de todos.
Las calles estarán llenas del alegre bullicio de los niños mientras juegan. Las parejas jóvenes soñarán confiadamente en un futuro lleno de promesas, y los ancianos se gozarán con la satisfacción de una vida plena. No se escuchará más el sonido del llanto ni del lamento. La paz reinará en el planeta tierra y en el cielo sobre la Nueva Jerusalén, hogar de los redimidos, estará el testimonio de que los confines de la tierra han visto la salvación de nuestro Dios.
Suena bien, ¿verdad? ¿Por qué no podemos tener eso ahora? Porque hay tres obstáculos principales en este ideal utópico que actualmente lo impiden. El primero y más importante es Satanás, el enemigo de la paz, cuya guerra personal con Dios ha infestado y casi destruido a toda la humanidad. Él será derrotado, confinado y atado en cadenas durante este período de mil años del Reino de Cristo en la tierra.
En segundo lugar tenemos el efecto debilitador de la voluntad dividida de las personas. En el establecimiento del reino, cada incrédulo sobreviviente será removido de la tierra. Al final solamente habrá una voluntad en la tierra, la voluntad de Dios. Entonces habrá sido respondida la tan esperada oración, “Venga tu reino. Hágase tu voluntad, como en el cielo, así también en la tierra”
Y en tercer lugar, nuestro Rey, quien ha estado corporalmente ausente durante dos mil años, habrá retornado para establecer de manera personal Su gobierno sobre Su Reino en la tierra. “Lo dilatado de su imperio y la paz no tendrán límite, sobre el trono de David y sobre su reino, disponiéndolo y confirmándolo en juicio y en justicia desde ahora y para siempre. El celo de Jehová de los ejércitos hará esto” (Isaías 9:7).
Si usted añora la paz en la tierra, y quien no, entonces ore por el retorno del Señor. Esa es nuestra única esperanza: “Ven, Señor Jesús”.
Traducido por Walter Reiche-Berger
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