Los Tiempos Del Fin, Según Pablo

Un Estudio Biblico por Jack Kelley

1 Tesalonicenses 1—3

En el estudio titulado “Los Tiempos del Fin, Según Jesús”, repasamos el llamado Discurso del Monte de los Olivos, que es la enseñanza personal del Señor a Israel sobre los últimos días, la cual la encontramos principalmente en Mateo 24. Jesús se los enseñó a cuatro de sus discípulos en el Monte de los Olivos, de allí el nombre del discurso, unos días antes de la crucifixión. 20 años después, el Señor dirigió a Pablo para que escribiera un punto de vista que acompañara el Suyo, pero dirigido a la Iglesia. Este punto de vista está contenido en las dos cartas de Pablo a los Tesalonicenses, sobre el cual haremos este estudio.

Es importante entender la diferencia entre la escatología judía y la cristiana. Israel recibió la promesa de que un día Dios retornaría para morar con ellos para siempre en la tierra que El les había dado (Ezequiel 43:7). La Iglesia recibió la promesa de que se iría al cielo para morar con el Señor Jesús para siempre (Juan 14:1-3). Y puesto que la Biblia no se puede contradecir a sí misma, ambas promesas deberán cumplirse.

Aquí Hay Algo Diferente.

De la misma manera que el Discurso del Monte de los Olivos se centra en la Segunda Venida del Señor, estas dos cartas de Pablo a los tesalonicenses hacen referencia a la Segunda Venida en cada capítulo, en un promedio de una vez en cada trece versículos. La diferencia está en que Pablo explica un evento que no aparece en ningún lado del Discurso del Monte de los Olivos, que es el Rapto de la Iglesia. Este fue el primer anuncio de un secreto increíble que Dios se había dejado para É solo desde el inicio de los tiempos. En el estudio de “Los Tiempos del Fin, Según Jesús”, se discutió el motivo por el cual esto se mantuvo secreto, siendo esa la diferencia que Ie permite tanto a la escatología judía como la cristiana, de poder realizarse.

Las cartas de Pablo a los tesalonicenses fueron las primeras cartas que escribió estando en Corinto, en los años 51 y 52 d.C. Pablo solamente había estado tres semanas en Tesalónica y tan pronto llegó, se armó un tremendo alboroto debido a su enseñanza. Un grupo de revoltosos fue contratado para armar el alboroto y atizar las muchedumbres al acusar públicamente a Pablo de estar enseñando en contra de César. Una cosa llevó a la otra y las autoridades de la ciudad, muy conscientes de su estatus de ciudad libre dentro del imperio romano, le ordenaron a Pablo que se fuera y le fijaron una fianza para asegurarse de que no regresara más (Hechos 17:1-9). Pero en ese lapso de tres semanas, Pablo les había ensañado a los creyentes de tesalónica las doctrinas de la salvación y la santificación, la Trinidad, la naturaleza del hombre, la seguridad del perdón, y, por supuesto, los tiempos del fin. La intención de sus dos cartas fue para prepararlos con estas enseñanzas y para responder a las preguntas que ellos le habían formulado referentes al Día del Señor. En este estudio nos enfocaremos principalmente en las respuestas de Pablo a las preguntas sobre la profecía.

Así que Empecemos.

La primera insinuación que Pablo da de que la Iglesia será rescatada de los juicios del fin de los tiempos, llamados la gran tribulación por el Señor (Mateo 24:21), la vemos en el mismo primer capítulo de la carta e ilustra otra gran diferencia entre la escatología judía y la cristiana. Los cristianos pueden discutir sobre el momento de este rescate, pero por lo menos se nos ha prometido uno. En el Discurso del Monte de los Olivos Io más que el Señor pudo decirle a lsrael es que a causa de los elegidos É le pondrá fin a estas cosas antes de que sea destruida toda persona sobre Ia faz del planeta tierra (Mateo 24:22). “De tal manera que habéis sitio ejemplo a todos los de Macedonia y de Acaya que han creído. Porque partiendo de vosotros ha sido divulgada la palabra del Señor no sólo en Macedonia y Acaya, sino que también en todo lugar vuestra fe en Dios se ha extendido, de modo que nosotros no tenemos necesidad de hablar nada; porque ellos mismos cuentan de nosotros Ia manera en que nos recibisteis, y cómo os convertisteis de los ídolos a Dios, para servir al Dios vivo y verdadero, y esperar de los cielos a su Hijo, al cual resucitó de los muertos, a Jesús, quien nos libra de la ira venidera” (1 Tesalonicenses 1 :7-10).

Al usar la palabra griega apo en la frase traducida “quien nos libra de la ira venidera”, Pablo seleccionó una preposición que literalmente significa “mantenerse alejados del tiempo, lugar o de cualquier relación, con la gran tribulación”. (Recordemos que “la ira” se derrama sobre la tierra en Apocalipsis 6:16-17, mucho antes de que la gran tribulación inicie oficialmente.) La gran tribulación (llamada en el Antiguo Testamento “tiempo de angustia para Jacob») tiene dos propósitos: 1.- Para destruir completamente a todas las naciones entre las que los judíos fueron esparcidos, y 2.- Disciplinar a lsrael en preparación para el retorno del Señor (Jeremías 30:1-11). La iglesia, habiendo sido purificada en la cruz, no tiene ningún lugar allí, y esa es una de las primeras promesas que Pablo hace de que no estaremos allí.

¿De Dónde Llegó Pablo?

Pablo había llegado a Tesalónica procedente de Filipos donde él fue maltratado de la manera más humillante (Hechos 16:11-40). Habiendo sido arrastrado ente los magistrados por haber expulsado un demonio de una muchacha esclava y luego golpeado y encarcelado sin ningún juicio previo, en violación a la ley romana, Pablo finalmente fue liberado y expulsado de la ciudad. Pero, en Tesalónica, su estadía también fue reducida, pero su prédica aquí fue recibida con gozo y el impacto que produjo en los tesalonicenses sirvió de testimonio a todas las congregaciones del alrededor.

Tesalónica era la capital de Macedonia con una población de unos 200.000 habitantes. Estaba situada en la estratégica intersección de la Vía Egnata, que era la vía principal que corría de este a oeste a través de Grecia, y de la carretera que corría de norte a sur que llevaba al Danubio en Europa Oriental. Como resultado, los viajeros de toda la región que pasaban por allí sintieron la influencia de la nueva comunidad cristiana de Tesalónica. Por esta razón, Pablo tenía un apego especial con ellos. “Porque ¿cual es nuestra esperanza, o gozo, o corona de que me gloríe? ¿No lo sois vosotros, delante de nuestro Señor Jesucristo, en su venida? Vosotros sois nuestra gloria y gozo” (1 Tesalonicenses 2:19-20).

A pesar de que Pablo no pudo regresar a Tesalónica, envió a Timoteo para que le informara sobre lo que estaba pasando y en su carta les indica lo alentado que estaba por el reporte tan positivo que recibió de Timoteo. “Por lo cual, ¿qué acción de gracias podremos dar a Dios por vosotros, por todo el gozo con que nos gozamos a causa de vosotros delante de nuestro Dios?”, pregunta. “Para que sean afirmados vuestros corazones, irreprensibles en santidad delante de Dios nuestro Padre, en Ia venida de nuestro Señor Jesucristo con todos sus santos” (1 Tesalonicenses 3:9, 13).

Aquí encontramos otra insinuación de lo que el Señor tiene guardado para la Iglesia y cuándo sucederá eso. La oración de Pablo de que todos estén ante la presencia de nuestro Dios y Padre cuando sea el momento para que el Señor Jesús retorne, es una pista muy clara de que la Iglesia será removida de la tierra y llevada al cielo en algún momento antes de la Segunda Venida de Jesús.

Y así, en los primeros tres capítulos de su carta, Pablo ha hecho referencia a la Segunda Venida de Jesús tres veces, dos de las cuales nos dan una clara indicación de que la iglesia será rescatada del momento, del lugar y de cualquier relación que pudiera tener en los juicios que preceden. Todo esto nos lleva hacia su tremendo anuncio del Rapto de la Iglesia que veremos en seguida.

1 Tesalonicenses 4—5

Anteriormente vimos algunas insinuaciones que Pablo hizo sobre el Rapto de la Iglesia, pero ahora, en el Capitulo 4, Pablo nos lleva a la bendición casi inconcebible al revelarnos esa maravilla.

Debemos recordar que Pablo utilizó estas cartas para resaltar su enseñanza sobre los últimos tiempos y para responder a las preguntas que ellos tenían sobre la profecía. Y ahora, en el Capítulo 4, llegamos a su principal preocupación, que era la incertidumbre que tenían sobre la disposición de los creyentes que habían muerto antes del retorno del Señor. De alguna manera los creyentes en Tesalónica tenían la creencia que solamente los que estaban vivos en el momento del retorno del Señor, calificarían para recibir las bendiciones del Reino. Todos los desafortunados que habían muerto antes de la Segunda Venida, se, perderían todo eso, siendo este su temor y además que perderían quizás su propia salvación. Pero Pablo pudo tranquilizarlos:

Tampoco queremos, hermanos que ignoréis acerca de los que duermen, para que no os entristezcáis como los otros que no tienen esperanza”, les dijo. “Porque si creemos que Jesús murió y resucitó, así también traerá Dios con Jesús a los que durmieron en él”.

Y luego les dice: “Por lo cual os decimos esto en palabra del Señor: que nosotros que vivimos, que habremos quedado hasta la venida del Señor no precederemos a los que durmieron Porque el Señor mismo con voz de mando, con voz de arcángel, y con trompeta de Dios, descenderá del cielo; y los muertos en Cristo resucitarán primero. Luego nosotros los que vivimos, los que hayamos quedado, seremos arrebatados juntamente con ellos en las nubes para recibir al Señor en el aire, y así estaremos siempre con el Señor. Por tanto, alentaos los unos a los otros con estas palabras” (1 Tesalonicenses 4: 1 3-18).

Esto Estaba Contenido en el Antiguo Testamento y Ahora es Explicado en el Nuevo Testamento.

Los eruditos buscan en vano en los Evangelios las palabras de Jesús que Pablo declara estar citando, porque están buscando en el lugar equivocado. La promesa del Señor no se encuentra en las palabras de Mateo, Marcos, Lucas o Juan, sino en un pasaje del profeta Isaías. “Tus muertos vivirán;” dijo Isaías, “sus cadáveres resucitarán. ¡Despertad y cantad, moradores del polvo! porque tu rocío es cual rocío de hortalizas, y la tierra dará sus muertos. Anda, pueblo mío, entra en tus aposentos, cierra tras ti tus puertas; escóndete un poquito, por un momento, en tanto que pasa Ia indignación. Porque he aquí que Jehová sale de su lugar para castigar al morador de Ia tierra por su maldad contra él; y ia tierra descubrirá la sangre derramada sobre ella, y no encubrirá ya más a sus muertos” (Isaías 26:19-21).

Aquí, en el Libro del Profeta Isaías se encuentra la profecía más clara del Rapto pre tribulacional que en cualquier otro lugar, a pesar de que debemos reconocer que si alguna persona no ha escuchado sobre el Rapto, no podrá verlo en este pasaje. Pero esa es la manera en que Dios hace las cosas, ¿cierto? ¿Esconder las cosas a plena vista? Esta es parte se su sabiduría secreta (1 Corintios 2:7). (Siempre debemos de mantener firmemente de que la única manera de estar cien por ciento seguros al interpretar una profecía, es esperando que el evento se cumpla, para luego exclamar, «Ah, así que eso era lo que quería decir”).

Lea bien el pasaje de Isaías y se dará cuenta de que es un adelanto de la revelación que Pablo hace con todo detalle. Primero es la resurrección de los salvos que han muerto y luego la desaparición de los vivos. En hebreo, la palabra traducida como anda, en el versículo 20, tiene varios significados (incluyendo venir), y nuestra palabra favorita es desaparecer. ¿Y a dónde desaparecemos? A los aposentos preparados para nosotros en la casa del Padre, dijo Jesús (Juan 14:1-3). ¿Y cuándo será eso? En algún momento antes de que el Señor salga de Su morada para castigar a los moradores de la tierra por sus pecados. Entonces, esto parece quedar claro. Antes que comience la gran tribulación, el pueblo del Señor desaparecerá a las “mansiones, o aposentos, en el cielo”, para permanecer allí hasta que la ira haya terminado.

(Observemos cómo Isaías habla en segunda persona dirigiéndose a nosotros, sobre nuestra resurrección y Rapto, pero en la tercera persona sobre los moradores de la tierra, para castigarlos [a ellos] por sus pecados. De la misma manera en que lo expresa Pablo, el Señor nos está removiendo del momento, el lugar y de cualquiera otra relación con la gran tribulación.)

¡Sube Acá!

Y así un día pronto, sin previo aviso, usted súbitamente oirá una voz fuerte llamando su nombre y ordenándole, “¡sube acá!” tal y como le sucedió a Juan en Apocalipsis 4:1 (otro avance del Rapto). Cuando suene la trompeta usted será lanzado a través de las dimensiones del tiempo y del espacio, como si estuviera dentro de una nave espacial, y antes de que siquiera pueda pestañar, su cuerpo mortal será transformado en inmortal y todas sus imperfecciones desaparecerán y usted se encontrará en el cielo ante la presencia del Señor, para nunca más dejarlo. ¡Aleluya!

Y de esta manera, Pablo, por primera vez, reveló las noticias increíbles de un secreto que ahora le llamamos el Rapto. Y así como lo sería con nosotros, Pablo sabía que la siguiente pregunta de los tesalonicenses era sobre el momento de este evento. Adelantándoseles él les escribió. “Pero acerca de los tiempos y de las ocasiones, no tunéis necesidad, hermanos, de que yo os escriba. Porque vosotros sabéis perfectamente que el día del Señor vendrá así como ladrón en la noche; que cuando digan: Paz y seguridad, entonces vendrá sobre ellos destrucción repentina, como los dolores a la mujer encinta, y no escaparán- Mas vosotros, hermanos, no estáis en tinieblas, para que aquel día os sorprenda como ladrón. Porque todos vosotros sois hijos de luz e hijos del día; no somos de la noche ni de las tinieblas» (1 Tesalonicenses 5:1-5). De la misma manera que Daniel lo predijo (Daniel 8:23-25), Pablo confirmó que el anticristo aparecerá inicialmente como un hombre de paz antes de producir la más tremenda devastación a la tierra. Sus tácticas tomarán el mundo por sorpresa y los moradores de la tierra creerán que finalmente llegó la paz y Ia seguridad

Pero este es otro caso en donde tenemos que poner cuidadosa atención a los pronombres que Pablo utiliza, para poder conocer sobre quién está hablando Pablo comienza usando la tercera persona (ellos) para indicar quién será sorprendido, luego cambia a la segunda persona (vosotros) y finalmente a la primera persona (nosotros) para decir que los creyentes deben de conocer lo que se avecina y cuándo y, por lo tanto, no sean tomados por sorpresa.

Una vez más, la Iglesia está siendo separada del mundo, esta vez en términos de estar conscientes. Nosotros tenemos la Palabra de Dios Quien conoce y nos dice el fin desde el principio. No debemos ser tomados por sorpresa conforme las señales apuntan la cercanía del fin de la era presente. Se nos ha dicho lo que debemos esperar, tal como Jesús les advirtió a sus discípulos, “Cuando estas cosas comiencen a suceder, erguíos y levantad vuestra cabeza, porque vuestra redención está cerca” (Lucas 21:28). A pesar de que no conocemos ni el día ni la hora, hemos sido advertidos para conocer los tiempos y las estaciones. Y así como las señales que vemos nos dicen que el fin se acerca, también se nos dice que observemos y esperemos.

Observar y Esperar.

Si investigamos el significado literal de estas dos palabras, nos damos cuenta de que “observar” implica expectativa, y “esperar” implica creer. Podemos imaginarnos a una persona esperando el autobús. Habiendo decidido cuál será su destino y estando familiarizada con el itinerario, llega a la parada del bus a tiempo para abordarlo, esperando con expectativa porque sabe que el bus llega pronto, y esperando con la creencia de que cuando el bus llegue lo llevará a su destino.

AsÍ es con nosotros también en cuanto al Rapto se refiere. Habiendo leído las profecías y sabiendo que el tiempo está cerca, esperamos con expectación porque sabemos que Él viene pronto, y esperamos creyendo que cuando ÉI venga nos llevará consigo a nuestro destino.

A diferencia de otras personas que duermen, nosotros permanecemos alertas y auto controlados. “Porque no nos ha puesto Dios para ira, sino para alcanzar salvación por medio de nuestro Señor Jesucristo, quien murió por nosotros para que ya sea que velemos o que durmamos (vivos o muertos), vivamos juntamente con él. Por lo cual, animaos unos a otros, y edificaos unos a otros, así como lo hacéis” (1 Tesalonicenses 5:9-11). Al decir esto, Pablo ofrece otra pista como las contenidas en 1 Tesalonicenses 1:10 y 1 Tesaloniocenses 3:13 que el Rapto de la Iglesia es antes de la gran tribulación.

Al terminar su carta, Pablo los anima a “Estad siempre gozosos. Orad sin cesar. Dad gracias en todo, porque esta es la voluntad de Dios para con vosotros en Cristo Jesús. No apaguéis al Espíritu. No menospreciéis las profecías. Examinadlo todo; retened lo bueno, absteneos de toda especie de mal y el mismo Dios de paz os santifique por completo; y todo vuestro ser, espíritu, alma y cuerpo, sea guardado irreprensible para la venida de nuestro Señor Jesucristo. Fiel es el que os llama, el cual también lo hará. Hermanos, orad por nosotros, Saludad a todos los hermanos con ósculo santo. Os conjuro por el Señor, que esta carta se lea a todos los santos hermanos. La gracia de nuestro Señor Jesucristo sea con vosotros. Amen” (1 Tesalonicenses 5:16-23).

Nuestro Dios, quien nos ha llamado, nos santificará y guardará nuestro espíritu, alma y cuerpo, sin mancha, en la venida del Señor. Él es fiel y lo hará.

2 Tesalonicenses

En su Segunda Carta a los Tesalonicenses, Pablo da la prueba positiva de que el Rapto precede a la gran tribulación, tal y como se los ha enseñado.

Entre las dos cartas que llamamos 1 y 2 Tesalonicenses, algo sucedió que produjo el pánico entre los tesalonicenses. Estos recibieron una carta como si fuera de Pablo, pero era falsa. Confundidos y asustados, no perdieron tiempo en preguntarle a Pablo que aclarara lo que esta otra carta decía puesto que contradecía lo que él les había enseñado con anterioridad.

Porque es justo delante de Dios pagar con tribulación a los que os atribulan, les respondió Pablo, y a vosotros que sois atribulados, daros reposo con nosotros, cuando se manifieste el Señor Jesús desde el cielo con los ángeles de su poder, en llama de fuego, para dar retribución a los que no conocieron a Dios, ni obedecen al evangelio de nuestro Señor Jesucristo; los cuales sufrirán pena de eterna perdición, excluidos de la presencia del Señor y de la gloria de su poder, cuando venga en aquel día para ser glorificado en sus santos y ser admirado en todos los que creyeron (por cuanto nuestro testimonio ha sido creído entre vosotros)” (2 Tesalonicenses 1 :6-10).

Explicándoles que obviamente hubo alguien que les jugó una mala pasada y que el Señor castigará al que hizo eso, luego los reprende por haberse dejado convencer tan fácilmente. “Pero con respecto a Ia venida de nuestro Señor Jesucristo, y nuestra reunión con él, os rogamos, hermanos, que no os dejéis mover fácilmente de vuestro modo de pensar, ni os conturbéis, ni por espíritu, ni por palabra, ni por carta como si fuera nuestra, en el sentido de que el día del Señor está cerca” (2 Tesalonicenses 2:1-2).

Aquí tenemos una visión extraordinaria en la secuencia de los eventos de los últimos días que Pablo les había enseñado. Al recibir la palabra de que el Día del Señor ya había llegado los habría desconcertado solamente si hubieran sido llevados a creer que el Rapto de la iglesia seguía a la gran tribulación. Pensemos en eso por un momento. Desde cualquier punto de vista, este tipo de noticias hubieran sido bien recibidas con una cierta cantidad de anticipación gozosa. Claro, los siguientes años habrían sido muy duros, pero ya sea por el martirio o por supervivencia, pronto estarían en la presencia del Señor para siempre.

Pero desde la perspectiva del Rapto pre tribulacional, al escuchar que el Día del Señor ya había llegado, sería terrible, porque eso quería decir que habían perdido el Rapto. Y eso significaba que ellos no eran salvos. ¡Con razón le escribieron a Pablo para que les aclarara el asunto!

Nadie os engañe en ninguna manera; porque no vendrá sin que antes venga la apostasía, y se manifieste el hombre de pecado, el hijo de perdición, el cual se opone y se levanta contra todo lo que se llama Dios o es objeto de culto; tanto que se sienta en el templo de Dios como Dios, haciéndose pasar por Dios. ¿No os acordáis que cuando yo estaba todavía con vosotros, os decía esto?” (2 Tesalonicenses 2:3-5).

Confirmando y ampliando la profecía de las Setenta Semanas de Daniel (Daniel 9:27) y de las mismas palabras del Señor en el Discurso del Monte de los Olivos (Mateo 24:15), Pablo marca el inicio de la gran tribulación al momento en que el anticristo se mete en el templo en Jerusalén proclamando ser Dios.

Y ahora vosotros sabéis lo que lo detiene, a fin de que a su debido tiempo se manifieste. Porque ya está en acción el misterio de la iniquidad: sólo que hay quien al presente lo detiene, hasta que él a su vez sea quitado de en medio. Y entonces se manifestará aquel inicuo, a quien el Señor matará con el espíritu de su boca, y destruirá con el resplandor de su venida” (2 Tesalonicenses 2:6-8).

Antes de que el anticristo sea oficialmente revelado, Quien actualmente está limitando su poder de iniquidad, debe de ser quitado de en medio. La frase “quitado de en medio” literalmente significa fuera del entorno, o de entre el entorno. Alguna fuerza que detiene (literalmente, sostener, restringir) el poder del mal dentro de ciertos límites predeterminados (porque este poder ya es evidente en la tierra), tiene que ser removida.

Los eruditos que leen este pasaje de manera literal identifican esta fuerza con el Espíritu Santo. Y puesto que hemos sido sellados interiormente con el Espíritu Santo, si Él es removido de entre los moradores de la tierra, nosotros nos tenemos que ir también. Alguien dijo, no se puede tomar El que sostiene sin tomar al que lo contiene. Este es el Rapto de la Iglesia y una vez que hemos partido, el poder del mal estará libre de cualquier restricción y todo el infierno es desatado sobre la tierra hasta que el Señor retorne al final de ia gran tribulación para detenerlo.

Y la secuencia sería así. Antes de que el Día del Señor pueda llegar, el anticristo debe revelarse, y antes de que este sea revelado, la Iglesia debe de ser arrebatada. Así que según Pablo, el próximo evento profético referente a los creyentes será su propia desaparición. Sin ningún previo aviso, sin ninguna condición que deba ser cumplida de antemano; esta es una clara presentación de la Doctrina de la Inminencia. (Nosotros estamos principalmente interesados en los eventos proféticos concernientes a lsrael y a los tiempos del fin para tratar de ver y de juzgar lo cerca que estamos de nuestro próximo evento.)

Y ahora, para darles más información, Pablo agregó el detalle de la revelación del anticristo. “Inicuo cuyo advenimiento es por obra de Satanás, con gran poder y señales y prodigios mentirosos, y cor todo engaño de iniquidad para los que se pierden, por cuanto no recibieron el amor de la verdad para ser salvos. Por esto Dios les envía un poder engañoso, pata que crean la mentira, a fin de que sean condenados todos los que no creyeron a la verdad, sino que se complacieron en la injusticia» (2 Tesalonicenses 9-12).

Nicodemo dijo una vez que él creía que Jesús era el Mesías porque nadie podía hacer los milagros que Él hacía a menos que Dios estuviera con esa persona (Juan 3:2). En un sentido, él estaba en lo correcto. Nadie en Israel había visto anteriormente que se le diera la vista a un ciego de nacimiento, por ejemplo (Juan 10:32-33). Pero no hay creer en Jesús solo por Sus milagros. Como el pasaje anterior aclara, los milagros pueden ser usados para engañar a las personas. Debemos creer en Jesús porque cada detalle importante sobre Él fue predicho en la profecía antes de que Él los cumpliera en Su vida terrenal.

Es importante observar que el motivo por el que las personas morirán en esos días no es porque nunca escucharon la verdad, sino porque se rehusaron a aceptarla. Habiendo endurecido su corazón en contra de la verdad del Evangelio, serán presa fácil de las mentiras del diablo. Y como por lo general lo hace, el Señor va a arreglar los eventos para que todas aquellas personas que lo han rechazado sientan todas las consecuencias de sus decisiones. Entonces no habrá ninguna área de duda, ni ningún grupo intermedio en el cual podrán esconderse. El poder del mal estará libre para engañar a las personas de formas que nadie antes se ha podido imaginar.

Según la tradición, Pablo tenía corta la vista. Algunos creen que eso fue como consecuencia de haber sido cegado camino a Damasco, mientras otros creen que era debido a una enfermedad que había contraído. Para hacer su vida más fácil y sus cartas Más legibles, por lo general se las dictaba á un asistente quien era el que las escribía. Una consecuencia de eso fue que la carta falsa que mencionamos, fuera ser aceptada. Para asegurarse de que los tesalonicenses supieran que esta carta era auténtica y no otra carta falsa, después de las últimas instrucciones que les dio de cómo vivir la vida cristiana en victoria, Pablo estampó su firma con su propia mano.

Y de esta manera, en estas dos cartas Pablo le mostró a la iglesia lo que habría de sucedernos en los días finales, permitiéndonos agregar estas cosas a la enseñanza del Señor a Israel en Mateo capítulo 24, para que tuviéramos un cuadro completo de los eventos de los últimos días. Y al mismo tiempo, y por vez primera, podemos ahora demostrar claramente cómo es que el Señor hará cumplir Sus promesas a Israel y a la Iglesia.

En algún momento, antes de que sea revelado el anticristo, iniciándose así la gran tribulación, el Señor hará una visita sorpresiva a la tierra y secretamente llevarse a la Iglesia al cielo para esconderla de este tiempo tan terrible. Y después de que haya derrotado a Sus enemigos, el Señor completará Su promesa de Su Segunda Venida para iniciar Su Reino Milenial, trayéndonos de vuelta con El. Hará de lsrael la nación preeminente en el mundo otra vez, que será la capital de Su Reino y centro del gobierno mundial (Isaías 2:1-5). Y cuando Dios retorne a morar en el Templo allí, la Iglesia habitará en la Nueva Jerusalén en cumplimiento a lo que le ha sido prometido a ambos grupos.

Acordaos de las cosos pasadas desde los tiempos antiguos; porque yo soy Dios, y no hay otro Dios, y nada hay semejante a mí, que anuncio lo por venir desde el principio, y desde la antigüedad lo que aún no era hecho; que digo: Mi consejo permanecerá, y haré todo lo que quiero” (Isaías 46:9-10).