La Epístola a los Hebreos, Parte 7 – Capítulo 10

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Lunes 8 de julio de 2019

Un estudio bíblico por Jack Kelley

Parte 7 de 9

Introducción

Junto con Hebreos 6, el capítulo que vamos estudiar es un favorito para las personas que persiguen la seguridad condicional de la salvación, a pesar de que dentro del mismo capítulo el escritor claramente afirma que por Su único sacrificio, el Señor nos ha hecho perfectos para siempre.

Es costumbre del ser humano incluir cláusulas condicionales a los contratos con las cuales pueda tener una “salida” si las cosas marchan mal. Las personas que manejan documentos legales le llaman a esas cláusulas condicionales “cláusulas evasivas” basadas en la idea de que se permite “evadir” un trato que sale mal o si se cambia de idea sobre el mismo.

Entonces, es natural que el ser humano trate de buscar las cláusulas evasivas de Dios, aun si tiene que sacar versículos fuera de contexto en un lado u otro, en su intento para demostrar que las ha encontrado. Todos hemos sido advertidos que cuando un asunto parece muy bueno para ser cierto, probablemente lo es, y dejémonos de cosas, pero el ser salvos por gracia por creer que Jesús murió por nuestros pecados, es algo demasiado bueno para ser cierto.

A nosotros se nos olvida que el Señor ya sabe el resultado de Su contrato con nosotros, por eso es que no necesita de ninguna cláusula evasiva. Y Él tampoco introdujo ninguna condición de logros para nosotros, de todas maneras, sino que solamente pide que aceptemos por fe lo que Él ha hecho por nosotros. Y puesto que Él no puede mentir, si Su Palabra dice que somos salvos incondicionalmente una sola vez por todas, entonces esa es la manera que es, y todo aquello que nos parece que lo contradice o lo modifica, tiene que ser producido por un malentendido de nuestra parte.

Esto merece ser repetido. Si nosotros encontramos un versículo que parece contradecir o modificar la promesa de Dios de que somos salvos de manera incondicional, quiere decir que hemos malentendido ese versículo. No quiere decir que Dios ha cambiado de opinión sobre eso, o que lo ha aclarado, o explicado con mayor detalle. Significa que nosotros lo hemos malentendido. Punto. De otra manera Su palabra no podría ser confiable, y tendríamos también que ir versículo por versículo buscado las cláusulas evasivas en todas las demás promesas que Él nos ha hecho.

Entonces, si el escritor de Hebreos no estaba contradiciendo a Jesús, ni a Pablo, ni aun a sí mismo, cuando escribió la parte que llamamos el capítulo 10, ¿entonces, qué quiso decir? Bueno, veamos.

Hebreos Capítulo 10

La ley es apenas el contorno de los bienes venideros, y no su imagen real. Por eso jamás podrá hacer perfectos a los que cada año se acercan a Dios para ofrecer los mismos sacrificios. Si en realidad pudiera, entonces los que rinden este culto, una vez limpios, dejarían de ofrecerlos, pues ya no tendrían más conciencia de pecado. Pero con estos sacrificios, cada año se hace memoria de los pecados, porque la sangre de los toros y de los machos cabríos no puede quitar los pecados” (Hebreos 10:1-4).

Después de todos los sacrificios que se hicieron, pareciera lógico que si estos hubieran servido para quitar el pecado lo hubieran logrado. Pero en vez de eso, se convirtieron en un recordatorio anual de que Dios aun miraba a Su pueblo como unos pecadores, no aptos para habitar con Él.

A pesar de que esos sacrificios eran requeridos, no los acercaba al cielo más de lo que habían estado anteriormente, sino que los mantenían de no caer en un estado aun peor, y solamente si los llevaban a cabo con un corazón humillado y contrito. Cualquier insinuación en la mente de las personas, por pequeña que fuera, de que estos sacrificios en realidad los hacía más justos, cancelaba aun el pequeño esfuerzo de haberlos hecho. (Isaías 66:2-4).

Por eso, al entrar en el mundo, Cristo dijo: «No quieres sacrificio y ofrenda, pero me has dado un cuerpo. No te agradan los holocaustos ni las expiaciones por el pecado. Entonces dije: “Mi Dios, aquí estoy para hacer tu voluntad, como está escrito de mí en el libro.”» [Salmo 40:6-8]. Al decir primero: «No quieres ni te agradan sacrificios ni ofrendas, ni holocaustos ni expiaciones por el pecado» (cosas que se ofrecen según la ley), y luego añadir: «Aquí estoy, para hacer tu voluntad», quita lo primero para establecer esto último. Por esa voluntad somos santificados, mediante la ofrenda del cuerpo de Jesucristo, hecha una sola vez y para siempre” (Hebreos 10:5-10).

Conociendo la situación difícil de Su pueblo el Padre preparó un cuerpo físico para el Hijo, permitiéndole convertirse en un ser humano para que pudiera cumplir con las Escrituras relacionadas con el sacrificio por el pecado. Es lo único que nos puede salvar.

La palabra hebrea traducida “voluntad” nos da una mirada especial sobre esto. Esta palabra aparece 15 veces y significa “un favor voluntario”. Se deriva de una raíz que quiere decir “pagar una deuda”.

El Hijo se ofreció voluntariamente para morir por nosotros con el objeto de pagar la deuda que nosotros debíamos. Observe el tiempo pasado perfecto. Hemos sido hecho santos. Es un asunto logrado. Cumplido. (Recuerde esa palabra.)

Todo sacerdote ministra día tras día, y una y otra vez ofrece los mismos sacrificios, los cuales nunca pueden quitar los pecados. Pero Cristo, después de ofrecer una sola vez un solo sacrificio por los pecados, para siempre se sentó a la derecha de Dios, y de ahí en adelante está en espera de que sus enemigos sean puestos por estrado de sus pies. Él, por medio de una sola ofrenda, hizo perfectos para siempre a los santificados” (Hebreos 10:11-14).

Aquí tenemos de nuevo una comparación entre los sacerdocios de Leví y de Melquisedec. Con los sacerdotes levíticos era una interminable fuente de sacrificios insuficientes que nunca salvaron a nadie, ni siquiera por un instante. Pero el sacrificio único del Señor fue suficiente para perfeccionarnos para siempre, a pesar de que aun nos encontramos en el proceso de ser santos.

La palabra traducida perfectos también se usa en Mateo 5:48. Allí el Señor dijo, “Por lo tanto, sean ustedes perfectos, como su Padre que está en los cielos es perfecto.” Y luego Él lo hizo posible.

Y en Juan 19:30 cuando Jesús dijo, “Todo se ha cumplido”, Él usó una forma de la misma palabra como si dijera, “Allí tienen. Los he hecho perfectos, como el Padre de ustedes en el Cielo es perfecto”.

La palabra traducida “para siempre” también significa de manera continua, sin cesar. Una vez aceptamos Su muerte como el pago por nuestros pecados nunca más habrá un momento a los ojos de Dios en que seremos menos perfectos de lo que Él es. ¿Cómo puede ser eso?

Porque el sacrificio único del Señor fue suficiente para cubrir todos los pecados de nuestra vida, pasados, presentes y futuros. Y como Dios puede ver el fin desde el principio, Él ha escogido vernos como seremos entonces, cuando estemos ante Su presencia y nos convirtamos en hecho de lo que ahora somos en fe. Perfectos.

De esto nos da testimonio el Espíritu Santo, pues primero dice: «El Señor ha dicho: Éste es el pacto que haré con ellos después de aquellos días: Pondré mis leyes en su corazón, y las escribiré en su mente.» [Jeremías 31:33] Y luego añade: «Y nunca más me acordaré de sus pecados y transgresiones.» [Jeremías 31:34]. Cuando los pecados ya han sido perdonados, no hay más necesidad de presentar ofrendas por el pecado” (Hebreos 10:15-18).

El escritor está mostrando que Jesús es el cumplimiento de Jeremías 31:31-34 que ha sido citado en su totalidad en el capítulo 8. Su sacrificio fue la ofrenda de un Nuevo Pacto. Eso le permite al Padre “olvidar” que alguna vez pecamos.

Ya no existe la necesidad para un sacrificio diario por el pecado, ni de ninguna otra obra que tenga la intención de mantener nuestra posición. Ahora solamente tenemos que pedir para poder recibir el perdón inmediato y la purificación (1 Juan 1:9).

Y como el autor dijo anteriormente, el continuar haciendo esas cosas relega el sacrificio del Señor al mismo nivel que el de los bueyes y los corderos, y a los creyentes que hacen eso los coloca al mismo nivel que sus antepasados, que aun son del pueblo de Dios pero están consignados al desierto. Perdemos nuestra comunión.

Hermanos, puesto que con toda libertad [confianza] podemos entrar en el Lugar Santísimo por la sangre de Jesucristo, por el camino nuevo y vivo que él nos abrió a través del velo, es decir, de su propio cuerpo, y puesto que tenemos un gran sacerdote al frente de la casa de Dios, acerquémonos con un corazón sincero, y con la plena seguridad de la fe, con el corazón purificado de una mala conciencia, y con el cuerpo lavado en agua pura. Mantengamos firme y sin fluctuar la esperanza que profesamos, porque fiel es el que prometió. Tengámonos en cuenta unos a otros, a fin de estimularnos al amor y a las buenas obras. No dejemos de congregarnos, como es la costumbre de algunos, sino animémonos unos a otros; y con más razón ahora que vemos que aquel día se acerca” (Hebreos 10:19-25).

Esta es una exhortación poderosa para que descansemos en la “plena certidumbre de fe”.

Nuestro Sumo Sacerdote se ha presentado antes que nosotros y ha abierto el camino hacia el Trono de Dios. En donde antes hubiéramos muerto al acercarnos ante la presencia de Dios, ahora podemos acercarnos a Él con toda confianza.

No más obras religiosas, no más incertidumbre, no más depender de un sacerdote pecador para que lleve a cabo un ritual imperfecto. El confiar en Dios para que haga lo que Él prometió hacer, y ayudar a los demás en el cuerpo de Cristo a hacer lo mismo, nos regocija por el hecho de que siempre seremos bienvenidos en la casa del Padre. Ya no se necesita de ninguna cita, ni de hacer fila para entrar.

Si con toda intención pecamos después de haber recibido el conocimiento de la verdad, ya no queda más sacrificio por los pecados sino una terrible expectativa del juicio y del fuego ardiente que devorará a los enemigos de Dios. Cualquiera que desobedece la ley de Moisés, muere sin falta, siempre y cuando haya dos o tres testigos que declaren en su contra. ¿Y qué mayor castigo piensan ustedes que merece el que pisotea al Hijo de Dios y considera impura la sangre del pacto, en la cual fue santificado, e insulta al Espíritu de la gracia? Bien sabemos que el Señor ha dicho: «Mía es la venganza, yo pagaré» [Deuteronomio 32:35], y también: «El Señor juzgará a su pueblo» [Deuteronomio 32:36]. ¡Horrenda cosa es caer en las manos del Dios vivo! (Hebreos 10:26-31).

Cómo es que este pasaje ganó terreno como que se aplica a nuestra salvación, está fuera de mi entendimiento.

¿Ha existido alguna vez algún cristiano que dejó de pecar después de que fue salvo? Aun si no ha leído el resto de la carta, una persona racional tendría que concluir que solamente hay dos opciones para interpretar esto. Ya sea que estamos totalmente perdidos más allá de toda esperanza, o que el pasaje se refiere a alguna otra cosa fuera de nuestra salvación.

Intente usted imaginarse a alguien que luego de haber sido salvo nunca se volvió a enojar, ni tuvo ningún pensamiento de lujuria o de envidia, que nunca engañó a nadie o dijo algo desagradable sobre alguna otra persona. Y no digo solamente una vez, a pesar de que solamente eso habría sido suficiente, sino que ha sucedido con más frecuencia de lo que podemos imaginar.

Recuerde, en el Salmo 19:12-13 el Rey David le pidió al Señor que perdonara sus pecados, aun aquellos de los que no tenía conocimiento de haber cometido, y no solamente de los que él sabía que había cometido.

Y solamente porque no recordemos que hemos pecado no significa que ese pecado no fue deliberado. Pecar es tan natural para nosotros como respirar, y así como no lo pensamos cuando respiramos, y no nos recordamos que lo hacemos, aun así lo hacemos deliberadamente.

El rehusar tomar nuestro descanso sabático y trabajar para ganar o para mantener nuestra salvación es un insulto al Espíritu de Gracia.

El juicio y el fuego a los que se refiere 1 Corintios 3:12-15 es cuando la obra de cada creyente será juzgada según los motivos ocultos en su corazón. Devolverse a la Ley de Moisés después de que Jesús vino a cumplirla, es el peor insulto a Dios que el que era por desobedecer la ley antes de que Él viniera, y eso dará como resultado que toda la obra de esa persona sea destruida en las llamas.

El pecado al que toda esta carta se ha venido refiriendo, se basa en los sacrificios del Antiguo Pacto para mantener lo que se nos ha dado gratuitamente bajo el Nuevo Pacto.

Ningún sacrificio acabará con nuestra relación con Dios que la que nuestros continuos pecados causan. Únicamente la confesión y el perdón pueden hacer eso. ¿Por qué? Porque nosotros confesamos cuando esperamos ser perdonados. Eso es un acto de fe y lo que más desea el Señor es que nosotros vivamos por fe.

Por eso es que Él lo dejó muy claro que esa es la única condición sujeta a nuestra salvación.

Pero recuerden ustedes los tiempos pasados, cuando después de haber sido iluminados soportaron ustedes los sufrimientos de una gran lucha. Algunas veces fueron expuestos públicamente a las burlas y las aflicciones, y otras veces llegaron a ser compañeros de los que enfrentaban una situación semejante. Además, ustedes también se compadecieron de los presos, y gozosos soportaron el despojo de sus propios bienes, sabedores de que en los cielos tienen una herencia mejor y permanente. Por lo tanto, no pierdan la confianza, que lleva consigo una gran recompensa. Lo que ustedes necesitan es tener paciencia; para que, una vez que hayan hecho la voluntad de Dios, reciban lo que él ha prometido darnos. «Porque dentro de muy poco tiempo el que ha de venir, vendrá y no tardará. Pero el justo vivirá por la fe; [Habacuc 2:3-4] y si se vuelve atrás, no será de mi agrado.» Pero nosotros no somos de los que se vuelven atrás y se pierden, sino de los que tienen fe y salvan su alma”(Hebreos 10:32-39).

El autor termina este capítulo con un recordatorio de todas las victorias que ellos han ganado solamente por la fe. ¿Por qué van ellos ahora a retroceder y conformarse con menos? Ellos necesitan hacer la voluntad de Dios para poder recibir las bendiciones que Él ha prometido. ¿Y cuál es la voluntad de Dios?

Y ésta es la voluntad del que me envió: Que de todo lo que él me dio, yo no pierda nada, sino que lo resucite en el día final. Y ésta es la voluntad de mi Padre: Que todo aquel que ve al Hijo, y cree en él, tenga vida eterna; y yo lo resucitaré en el día final.»” (Juan 6:39-40). Creer y ser salvo. El Señor también ha prometido nunca perderlo a usted. Ambas promesas son la voluntad de Dios.

La referencia a retroceder y perderse es lo opuesto a creer y ser salvos. Sus lectores no se perderán porque se han convertido y son salvos. Ahora la meta es descansar en la total seguridad de la fe, y no ser tentados a regresar a las obras religiosas.

La próxima vez visitaremos la espectacular muestra de la vida victoriosa, Hebreos 11, el Salón de la Fe. Nos vemos entonces.

Selah