Miércoles, 30 de marzo de 2016
Un estudio bíblico por Jack Kelley
(Lea la Parte 1 de este estudio aquí.)
“Porque mis pensamientos no son los pensamientos de ustedes, ni sus caminos mis caminos, dijo el Señor” (Isaías 55:8).
Dios y las personas están en conflicto sobre muchas cosas, especialmente en asuntos de manejo y dirección. El ser humano busca el poder y la posición, Dios desea la sumisión. El ser humano demanda sus derechos y libertades, Dios le pide que acepte la responsabilidad de su comportamiento. La meta principal del ser humano es hacerse rico, Dios quiere que considere las necesidades de los demás. El ser humano busca el resultado inmediato, Dios está más interesado en los logros duraderos. El ser humano codicia la alabanza de los demás mientras Dios quiere que el ser humano desee Su aprobación. El ser humano quiere ser servido, Dios quiere que sirva a los demás. El ser humano lucha por empujar hacia delante, Dios aconseja la paciencia. El ser humano quiere dirigir a otras personas, Dios quiere que el ser humano lo siga a Él. El ser humano lucha por competir, Dios busca la cooperación. El ser humano busca su propia glorificación, Dios creó al ser humano para que lo glorifique a Él. Y la lista continúa.
Quizás la manera más dramática en la que nuestros motivos se diferencian de los de Dios se encuentra en el área del dinero. El propósito del ser humano para adquirir dinero es cuádruple; para proveer seguridad, establecer su independencia económica, tener poder e influencia, y la mejor de todas el garantizar la libertad.
El propósito cuádruple de Dios es para la provisión (para sustentar al ser humano), dirección (darle un empujón por el camino que Dios le ha ordenado), promover el compañerismo entre los creyentes (mantener al ser humano enfocado en Él), y para ilustrar Su poder (mostrarle al ser humano que depende de Él).
Es Dios quien le otorga al ser humano la habilidad de adquirir la riqueza (Deuteronomio 8:18). Él lo hace para cumplir Su propósito, pero el ser humano, en su libre albedrío, siempre utiliza la riqueza que se le ha dado para llenar sus propios propósitos, y cuando lo hace descubre que nunca tiene suficiente.
¿De qué religión es usted?
Se ha dicho que nos convertimos en el dios que adoramos. Las acciones que se toman solamente en la búsqueda del dinero, usualmente resultan en la avaricia, la tacañería, y en situaciones frente a la ética y moralidad. Por ejemplo, hemos visto hombres de negocios que rutinariamente ganan millones de dólares al año, declinar una solicitud de los empleados un aumento de 25 centavos la hora, porque “los tiempos están difíciles”. 25 centavos la hora corresponde a $500 al año, lo cual es la mitad de lo que al empleador se le devuelve en una reducción de impuestos.
¿Vale la pena?
¿Cuánto tiempo creen ustedes que le tomaría a un grupo de empleados descontentos hacerle perder a su jefe $500 en baja productividad, desperdicio o aun robo? ¿Cuánto más motivado podría estar el empleado si él o ella viera la posibilidad de ganarse aún una pequeña recompensa por haber trabajado una extra más? ¿Podría una compañía llena de empleados motivados, llenos de energía, ayudar a cambiar los malos tiempos en buenos tiempos? ¿O aun generar los ingresos extras suficientes para cubrir sus aumentos salariales? Un jefe avaro y tacaño generalmente produce empleados perezosos y resentidos, y los tiempos malos se vuelven peores.
También hemos podido observar personas que tienen todo el dinero que pueden tener, robarle céntimos a sus clientes, vendedores, empleados, e incluso al gobierno, y todo en nombre de las ganancias, solamente porque pueden hacerlo. El efecto cumulativo de este juego de los céntimos les produce millones de dólares, pero como el robo individual es tan pequeño, no lo consideran un pecado. “Además”, dicen ellos” “todo el mundo lo hace. Es parte del negocio”.
El gozo de dar
La avaricia del ser humano es la razón por la cual Dios estableció el principio del diezmo. En primer lugar, habiéndole dado al ser humano la habilidad de ganar riqueza, Dios se reservó para Sí mismo las primicias, una décima parte de la ganancia. Pero diezmar es también el antídoto de la avaricia. Dando la porción del Señor de nuestra riqueza nos produce el sentido de la generosidad. “Así tendrán ustedes toda clase de riquezas y podrán dar generosamente”, nos dijo Él (2 Corintios 9:11, DHH).
El diezmar es también una prueba de fe. Es en la única área de las Escrituras en la que Dios dijo “Pruébame”, alentándonos a que Él se pruebe a nosotros. Y finalmente, el diezmar es la solución a todos nuestros problemas financieros. “Traigan todos los diezmos… y les abriré las ventanas de los cielos, y derramaré sobre ustedes bendición hasta que sobreabunde” (Malaquías 3:10).
Constructores de la fe
Tantas de las cosas que Dios nos enseñó a través de Su pueblo fueron diseñadas para aumentar nuestra fe. “Tu tierra descansará durante un año cada siete años”, les dijo el Señor, “Y yo haré que la tierra produzca lo suficiente durante el sexto año para mantenerte durante los siguientes tres años” (Levítico 25:1-7; 20-22). “En el séptimo año perdonarás todas las deudas y dejarás libre a tu esclavo que se te vendió” (Deuteronomio 15:1-2; 12-15). “Una vez cada cincuenta años, dejarás libres a todos los esclavos que has adquirido y les devolverás la tierra que controlas a sus dueños originales” (Levítico 25:1-13). Si se hubieran seguido estos principios formadores de la fe, se habría tenido los beneficios adicionales de la eliminación de la mayoría de las guerras en el mundo, y de prevenir la pobreza opresora que tantas personas aguantan, al estar haciendo esfuerzos inútiles por construir imperios.
A través de todas las instrucciones que nos da, Él dice, “Fíate de Jehová de todo tu corazón, y no te apoyes en tu propia prudencia. Reconócelo en todos tus caminos, y él enderezará tus caminos” (Proverbios 3:5-6).
Recuerden Su consejo en la parábola del administrador astuto (mayordomo infiel). “Usen la riqueza y la posición que se les ha dado para ganar una posición favorable en el cielo. Si ustedes no pueden ser confiados con la riqueza terrenal, ¿quién les podrá confiar las riquezas celestiales?” (Lucas 16:9-11).
¿A quién le llama usted rico?
Muchos de ustedes que están leyendo esto son ricos según las normas del mundo. Si usted es una persona promedio que vive en un país industrial occidental desarrollado, usted es rico más allá de lo que puede ser una persona que viva en otras partes del mundo. Así que no crea que el Señor le está hablando a los multimillonarios de ese mundo, como Bill Gates, el Barón von Rothchild, o el Sultán de Brunei sobre este asunto. Él nos está hablando a usted y a mí también. Use cualquier riqueza y posición que Él le ha dado a usted para obtener una mención honorífica en el asiento de Su Trono. Eso le dará a usted las riquezas eternas.
Pero usted no tiene que esperar tanto. El ser humano dice, “estoy dando todo lo que puedo dar”. Dios dice, “Den, y se les dará; medida buena, apretada, remecida y rebosando darán en el regazo de ustedes; porque con la misma medida con que la que ustedes miden, se les volverá a medir” (Lucas 6:38). Él nunca va a estar en la deuda que usted tiene, así que no le puede pagar de más. Repita conmigo, “Con la medida que uso, así seré medido”.
Suficiente es suficiente
Y ahora con toda la pobreza en el mundo, ¿cómo puede usted decir que ha hecho suficiente? Hasta en eso el Señor tiene una respuesta.
Pero el que tiene bienes de este mundo y ve a su hermano tener necesidad, y cierra contra él su corazón, ¿cómo mora el amor de Dios en él? Hijitos míos, no amemos de palabra ni de lengua, sino de hecho y en verdad.
Y en esto conocemos que somos de la verdad, y aseguraremos nuestros corazones delante de él; pues si nuestro corazón nos reprende, mayor que nuestro corazón es Dios, y él sabe todas las cosas.
Amados, si nuestro corazón no nos reprende, confianza tenemos en Dios; y cualquiera cosa que pidiéremos la recibiremos de él, porque guardamos sus mandamientos, y hacemos las cosas que son agradables delante de él (1 Juan 3:17-22).
Si nosotros obedecemos Sus mandamientos y hacemos con nuestro dinero las cosas que le agradan a Él, uno de nuestros galardones, además de más dinero, es un sentido de paz sobre nuestro dar. Debido a que la mayor parte del mundo ha rechazado el camino de Dios, siempre habrá más necesidades de las que podemos atender, y a menos de que seamos claramente llamados a hacerlo, aun dando todo lo que tenemos ni siquiera empezará a aliviar eso. Pero si estamos pagando nuestro diezmo y compartiendo la abundancia de Sus bendiciones con Él, estamos haciendo todo lo que se espera de nosotros, y la paz que sentimos en nuestro corazón lo va a confirmar.
¿Abundancia o escasez?
Dios es un gran creyente de la mentalidad de la abundancia, de que hay más que suficiente para todos. (No se le olvide, Él controla las riquezas del universo.) En contraste, muchos seres humanos se suscriben a la mentalidad de la escasez, de que una persona que tiene un pedazo más grande es a costa de otra que acepta uno más pequeño.
Obviamente, nuestra mentalidad afecta nuestro dar. El ser humano dice, “yo sólo tengo tanto, y si doy mucho de eso, no quedará lo suficiente para mí”. Dios dice, “Den, y se les dará; medida buena, apretada, remecida y rebosando darán en el regazo de ustedes”, y, “Así tendrán ustedes toda clase de riquezas y podrán dar generosamente”.
Debemos tener cuidado de no confundir esto con la herejía de “dar para recibir”, con la cual se nos amonesta a que debemos dar para poder recibir. “Si usted necesita mil dólares”, dice un evangelista de la televisión, “envíeme cien y el Señor va a bendecir su ofrenda diez veces más”. Eso es lo contrario a la manera de Dios porque aquí el motivo para dar es la avaricia.
No, el Señor ama al dador alegre, alguien que da porque ya ha recibido, y que sabe que hay mucho más en donde eso se originó. El motivo que tiene el dador alegre es uno de agradecimiento, no de avaricia. Él se recuerda de la promesa de Filipenses 4:19, “Mi Dios, pues, suplirá todo lo que les falta conforme a sus riquezas en gloria en Cristo Jesús”.
Pablo le estaba recordando a la gente de Filipos que Dios los bendeciría debido a su generosidad pasada hacia él. Su “actitud de gratitud” estaba abriendo las ventanas de los cielos cuando Aquel que es dueño del ganado sobre las mil colinas, repagó su generosidad con algunas de las propias. ¿Haría Él menos que eso por nosotros? Selah. 14/3/2004